El Oro Inesperado: Los Secretos De La Familia En El Eurobasket — Víctor Charneco / The Unexpected Gold Medal: The Family Secrets In The Eurobasket by Víctor Charneco (spanish book edition)

Ha sido una lectura muy interesante y como amante de la selección española de baloncesto, la obra desvela cómo el entrenador Sergio Scariolo diseñó una estrategia maestra y una pizarra que maravilló al mundo, creando un equipo en el que los roles de sus jugadores se ajustaban para complementarse y construir un conjunto que suplía con sus virtudes colectivas las carencias individuales que el relevo generacional les había impuesto. El libro también explora la alquimia que llevó a lo más alto del podio a una selección que competía sin la mayoría de las estrellas planetarias que la hicieron grande en las décadas anteriores.
El libro destaca cómo el equipo se hizo fuerte en el sacrificio, la humildad, la defensa, la generosidad y el compañerismo,fortificando los valores que han hecho reconocible a La Familia en el deporte mundial.

No se planifica igual un campeonato, como fue anticipando Scariolo en sus diferentes comparecencias públicas a lo largo de las siguientes semanas, con los hermanos Gasol o Ricky Rubio en el roster que sin ellos: las características de la plantilla con la que se afrontaban los partidos determinaba la propuesta con la que el equipo compareció el primer día del torneo, el abanico de alternativas que se superpondrían para tratar de anular las virtudes del juego del oponente. Para conseguirlo, era imprescindible aterrizar la teoría, pasarla por el tamiz de los nombres y los hombres que la ponían en práctica, y adaptarse no solo a quienes tendrían que jugarse el tiro definitivo cuando el partido se encaminara a sus espacios de máxima tensión, sino al estado físico en el que se encontrarían cuando se requirieran de ellos la frescura o el acierto. Y en el camino para que el día decisivo, que el seleccionador suele identificar en el entorno del cruce de octavos de final, todos dieran la mejor versión de sí mismos era necesario el trabajo coordinado de las áreas médica, biomédica, de preparación física y de recuperación después de los esfuerzos. Ahí entraban en juego el médico malagueño Carlos Salas, ya un veterano en el cuidado de la salud de los jugadores, con diez años de experiencia al frente de los servicios médicos del Unicaja y de la selección desde su primera experiencia internacional, en el año 2013; la doctora en ciencias del deporte Lorena Torres, que desde 2021 aportaba su experiencia en las franquicias de San Antonio Spurs y Philadelphia 76ers en la NBA, y que recopilaba mediante tecnología datos sobre los jugadores que permitían monitorizar sus cargas de trabajo; y los preparadores Enrique Salinas, reconocido especialista con más de una década como máximo responsable de la preparación física de Unicaja, que ha trabajado con nombres como los de Garbajosa, Marcus Brown o Zoran Dragić, y el vallisoletano Javier Hernández Bello, profesor en cuyos conocimientos han descargado el peso de su acondicionamiento estrellas de la dimensión de Juancho Hernangómez.
Las manos más cotizadas de la expedición fueron nuevamente las del Papá David Urbano, fisio del F. C. Barcelona por cuyos cuidados han pasado algunos de los personajes más destacados de la historia de este deporte, y Jordan Sospedra, valenciano ligado desde siempre al baloncesto en diferentes áreas, a quien sus obligaciones con estrellas como Marc Gasol le obligan a pasarse buena parte del año de viaje. Junto a ellos estuvo toda la primera parte de la preparación José Antonio Fernández, un refuerzo con clínicas en Madrid y Málaga que fue fundamental para asumir la carga de trabajo que suponía contar con una lista de convocados inusualmente larga.
Todos esos miembros del staff contribuyeron, además, a la creación de dos materiales que precisaban de la incorporación de los nombres que completan este listado. Por una parte, los elementos necesarios para la realización de todos esos trabajos generaban un considerable volumen de bultos que había que desplazar a todas las sedes por las que el equipo iría pasando durante su preparación.
En esta concentración, uno de los rostros de experiencia y normalidad fue el de José Manuel Calderón, que visitó al equipo el día 3 agosto y le dirigió unas palabras que quedaron grabadas en la mente de los más jóvenes. Con su bagaje de medallas, años en la NBA o su peso en el equipo que se proclamó campeón del mundo en 2006, Calde les incidió en la importancia de los diferentes roles dentro del grupo, en cómo ser la mejor opción para el equipo pasa siempre por ser capaces de poner el ego y los intereses personales al servicio del conjunto. Así fue para él, les dice, en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016, cuando su participación en la pista fue menor que en otros campeonatos, pero en los que no solo disfrutó de la competición, sino que contribuyó a la medalla de bronce de un modo mucho más decisivo de lo que las estadísticas reflejan. Han de aprender a disfrutar del camino, a identificar cada parcela en la que pueden ayudar y a interiorizar esas experiencias que, como es su caso, se convertirán con el paso de los años en uno de los tesoros que más se recuerdan. Esa conversación es uno de los premios inmateriales que este verano les regaló, como también la visita privada de Marc Gasol, que esa misma noche cenó con el equipo y compartió con ellos un tiempo precioso de amistad, recuerdos y consejos de un valor incalculable. El ganador de nueve medallas con la selección española, dos de ellas de oro en campeonatos del Mundo y otras dos de oro en campeonatos de Europa, además de poseedor de un anillo de la NBA, cuenta con un legado de experiencias que enriqueció a quienes tuvieron el privilegio de compartir un espacio de confidencias con él, y privilegió a los jóvenes jugadores, que adquirieron el espaldarazo de su cercanía; además, les transmitió su respeto como los actuales responsables de vestir la camiseta que Marc engrandeció en ciento noventa y una ocasiones.

Joel Parra llegaba a la concentración de agosto como uno de los nombres del momento en el baloncesto español. Consolidado en el grupo de quienes salvaron con brillantez los partidos de ventana para cerrar la clasificación del Eurobasket y habían allanado el camino para defender el título en la Copa del Mundo de 2023, su presencia en la lista de Scariolo le colocaba ante la posibilidad de asistir a su primer gran campeonato como internacional absoluto, un logro que muchos daban por supuesto por la versatilidad que su juego y su renovado físico ofrecían al seleccionador, pero que requería más batalla de lo que podía parecer. Dentro de una convocatoria tan amplia, y ante la particularidad de un equipo que debía ajustarse y conformarse para presentar una versión de sí mismo nunca antes conocida, eran muchos los engranajes por implementar, y pocos los nombres que tenían una plaza fija…

Cuando un jugador se pone la elástica de España sabe que responde en el nombre de una dinastía de magníficos competidores, que es depositario de una tradición victoriosa a la que no puede deshonrar. Como parte inherente y necesaria del deporte, la derrota está permitida para quienes visten esa camiseta, pero es obligado entrar a la cancha a darlo todo y salir de ella con la cabeza alta. Con o sin medalla, pero con la cabeza arriba porque has competido hasta el límite y has defendido los valores que forman la identidad de #LaFamilia.
Rudy Fernández era, a sus treinta y siete años, uno de los puntales que mejor explican este proceso: veterano y padre de dos hijos, el capitán le ponía a las partidas tanto entusiasmo como el que más, revelándose así cercano al núcleo rejuvenecido de la selección; se mostraba generoso en la integración con esos otros que se criaron viéndole por televisión, y así eliminaba el respeto reverencial que pudiera perdurar en el ánimo de los deportistas que estaban llegando al lugar sobre el que él se había labrado un derecho de casi dos décadas. De algún modo, con ese gesto, Rudy quebraba la brecha digital que la edad podía establecer entre ellos, y a cambio de que los recién llegados aseguraran las partidas de pocha (juego de naipes) de las noches, él aprendió a jugar con los videojuegos en línea que ni tan siquiera con su hijo Alan había empezado a utilizar.
Rudy en las pistas de todo el mundo, es uno de esos jugadores que no dejan indiferente a nadie. Alero de 1,96 de altura, tirador de altísima reputación y conocedor del juego hasta un punto que le lleva a ser considerado por bastantes analistas como el mejor defensor del continente por su sabia lectura de las líneas de pase del rival, su mayúsculo verano con España ha servido para que varios miles de aficionados le identifiquen como el líder que, sin duda, nunca ha dejado de ser. Reservado más allá del parqué, para muchos la figura de Rudy no se ha destapado en toda su dimensión hasta que la llegada de la capitanía le ha llevado a asumir más funciones fuera de la pista. Porque nadie entre los que se colgaron los oros de Katowice, Kaunas, Lille, Saitama o Pekín discutía el liderazgo de Fernández, su compromiso en la cancha, esa forma de competir que no conoce la tregua, capaz de sacrificar su físico para conseguir los objetivos que, como ha sucedido este verano, desea mucho más allá del dolor.
Rudy afirmaba que ser líder «no es tener un don, es saber ayudar». Ayudar a todos. Y lo hizo tanto que, al final del camino, cuando se supo campeón, solo le quedaron fuerzas para sentarse en una de las bocanas del pabellón para llorar en soledad, recordando las promesas que le había hecho a su padre, Rodolfo Fernández, antes de que falleciera, elevando la mirada al cielo mientras besaba la medalla y le dedicaba la enésima demostración de su talento, agradeciéndole que le hubiera dado la fuerza suficiente para sobreponerse a todo lo que le había sucedido y seguir compitiendo como el campeón que siempre ha sido. Para quitarles la razón a los que dudaron de España y levantar el oro más impredecible, el oro de los valientes.

(Lorenzo Brown) Veterano de vestuarios y fajado en el manejo de grupos humanos desde su retirada, Garbajosa supo que no debía preocuparse ni intervenir más en el proceso: el encaje del jugador a quien había decidido incorporar durante la primavera marchaba incluso mejor de lo que los más optimistas podían haber previsto. A ello contribuían factores de índole muy diversa y valiosa determinación: la personalidad del jugador, que llegó al grupo con humildad, y aportó sus capacidades al equipo, dispuesto a participar fuera de la pista en costumbres como la de la pocha, y a sacrificar momentos de brillantez dentro de ella en beneficio de la mayoría; la decisión de integrarle que tuvo el resto de la selección, liderada de forma muy determinante por Rudy Fernández, no solo como capitán, sino como alguien acostumbrado a vivir el baloncesto como una diversidad de personalidades y orígenes; el acierto de quienes dieron prioridad a la incorporación de un perfil como el suyo, especialmente Sergio Scariolo, que ya le había tenido a sus órdenes en Toronto, y el equipo directivo a las órdenes de Garbajosa.
Lorenzo D’Hontez Brown (Rockford, Illinois, 26 de agosto de 1990) es un base alto, de 1,96 metros, que se formó en la Universidad de Carolina del Norte y fue elegido por Minnesota Timberwolves con el número cincuenta y dos en el draft de la NBA en 2013. Tras una carrera discontinua en la liga profesional estadounidense, que incluye el citado paso por los Raptors de Scariolo, en 2019 saltó a los Zhejiang Golden Bulls de la liga china como primer paso de un periplo que le llevaría por Serbia, Turquía y Rusia antes de recalar en Tel Aviv, donde esta temporada ha estrenado su título de campeón de Europa. Tenía veintinueve años cuando dio ese primer paso, y nada hacía prever entonces que el 26 de agosto en el que celebraría su trigésimo segundo cumpleaños lo haría como miembro de la selección española de Baloncesto, en compañía de su nueva familia y atreviéndose con sus primeras palabras en español.

Una forma inequívoca de comprobar la excelencia de una persona es el reconocimiento que despierta en los otros. Solo los muy especiales consiguen dejar tras de sí una unanimidad de cariño capaz de hacer que esa figura trascienda la dimensión que le correspondería como humano. Es el caso de Sergio Llull, un jugador tan único en el ecosistema de la selección que narra la victoria de España en un campeonato que él no llegó a disputar. Porque esa, y no otra, es la realidad a la que Chechi se impuso, alargando su efecto positivo sobre el ánimo del equipo cuando ya no formaba parte de él, como un Cid Campeador que siguiera ganando batallas (o partidos) después de caído.
Sergio Llull Meliá (Mahón, Menorca, 15 de noviembre de 1987) fue criado en las canchas del colegio La Salle de su ciudad natal; y tras un paso de cuatro temporadas por las categorías de formación del Bàsquet Manresa, con tan solo diecinueve años hizo las maletas para incorporarse a las filas del Real Madrid, de donde ya no se ha movido. Desde 2007, quince temporadas en el club de la capital contemplan el desarrollo de un jugador que irrumpió en la selección en agosto del año 2009, y que en los trece años que recorren el camino hasta el campeonato que vertebra este libro solo ha dejado de representar a nuestro país cuando las lesiones se lo han impedido. En ese tiempo, Chechi ha sido una de las figuras clave en el equipo, un jugador que llegó cuando la generación del 80 ya había irrumpido con fuerza y se había alzado con el título mundial, pero que fue capaz de hacerse un hueco entre ellos, tanto dentro como fuera de la pista. En la cancha, cualquier aficionado al baloncesto sabrá qué es una mandarina, esos tiros en el filo de lo imposible de los que Llull se ha convertido en un tiro personal.
Además de sus títulos con el Madrid, Sergio había conseguido con la camiseta de España tres medallas de oro (en los Europeos de 2009, 2011 y 2015), una de plata (en los Juegos Olímpicos de Londres 2012) y dos de bronce (en el Eurobasket de 2013 y los Juegos de Río 2016). Un par de años más tarde, se sumaría el oro en el Campeonato del Mundo de China, un título que entonces era difícil intuir y en el que el menorquín tuvo un papel esencial.
Y luego está el Llull de fuera de la cancha, Chechi, un jugador que ha sido esencial en la creación del grupo. En el concepto de #LaFamilia, y aquí cabe destacar un dato desconocido, incluso en la creación del propio hashtag de #LaFamilia, la marca que ha arraigado profundamente entre los miembros del equipo, precisamente porque es del vestuario de donde emergió la idea.

Sergio Scariolo reconoce que su método de trabajo comprende la inclusión en los campeonatos internacionales de especialistas defensivos, como Víctor Claver, y la petición a las grandes estrellas para que renuncien a algunos de los tiros de los que disponen en sus clubes en favor de sus compañeros, así como que no pierdan de vista la función defensiva y se sacrifiquen en ella para generar posteriores ventajas en el ataque. Explica el seleccionador que muchas de las mejores victorias que España ha conseguido a sus órdenes se han construido a base de estos principios, del espíritu de #LaFamilia para edificarse como un grupo en el que el interés general se sitúa por encima de los particulares de sus componentes. Jugarse menos tiros o lucir menos en el ataque, sin embargo, no significa que el jugador haga un campeonato peor, ni tan siquiera que pase inadvertido para los aficionados.
En la rueda de prensa posterior a la derrota contra Bélgica se pueden encontrar muchas de las claves que explican tanto quién es Sergio Scariolo como cuál es su método de gestión del grupo. «Creo que esto va a ser un buen aprendizaje para los menos expertos —aseguró—. Cuando no has vivido algunas cosas, te hace falta un bofetón para aprenderlas. Es un choque de realidad y, si lo usamos de la forma correcta, podemos volver a ver la buena versión de este equipo». Y continuó: «Cuando hacemos un superesfuerzo, somos un buen equipo, y hoy no lo hemos hecho. Tuvimos cinco minutos al principio del segundo cuarto, y poco más. Hemos tenido algunos errores sangrantes al final de las posesiones. Tenemos que volver a ser el equipo que sabe qué necesita para ser competitivo». Sin dramas, sin excusas, sin poner paños calientes a los errores cometidos por el equipo o a su falta de experiencia en situaciones extremas. Puro método Scariolo.

Hay muchas teorías sobre cómo este grupo de chicos, con la única presencia de un veterano a quien las lesiones le hubieran hecho más fácil el abandono, fue capaz de ganar el campeonato. Están los que creen que la ruptura de los límites que protagonizó la generación del 80 ha sido el gran facilitador para los que han venido detrás, que a partir de ellos ya sabían que el imposible era posible; otros achacan la fórmula a la fuerza del grupo, a la química que se generó dentro del equipo, a la perfecta combinación de los roles entre los jugadores de más calidad, más físicos, de defensa, con carácter o más técnicos, cosa que permitió que todo se fuera encajando como ni el más optimista hubiera imaginado. Sea por la razón que sea, lo cierto es que Darío Brizuela, Lorenzo Brown, Alberto Díaz, Jaime Fernández, Rudy Fernández, Usman Garuba, Juancho Hernangómez, Willy Hernangómez, Xabi López-Arostegui, Joel Parra, Jaime Pradilla y Sebas Saiz, con la presencia espiritual de Sergio Llull y la dirección de Sergio Scariolo, se plantaron en Georgia el 30 de agosto como una selección en la que muy pocos creían, y salieron de Berlín, el 18 de septiembre, como campeones Europa. Entre medias, un viaje maravilloso, inesperado, protagonizado por un equipo de valientes que respetó el juego, confió en sí mismo, se fortaleció en la consideración al compañero y la colaboración desinteresada, aprendió a sufrir y a mantenerse unido cuando las cosas se ponían verdaderamente difíciles, y fue capaz de hilar una secuencia maravillosa de victorias, de gestas deportivas que son una lección de baloncesto, pero también de vida.

It has been a very interesting read and as a lover of the Spanish basketball team, the work reveals how coach Sergio Scariolo designed a master strategy and a blackboard that amazed the world, creating a team in which the roles of its players were adjusted to complement each other and build a group that supplied with their collective virtues the individual deficiencies that the generational change had imposed on them. The book also explores the alchemy that led to the top of the podium for a team that competed without most of the planetary stars that made it great in previous decades.
The book highlights how the team became strong in sacrifice, humility, defense, generosity and camaraderie, strengthening the values that have made The Family recognizable in world sports.

A championship is not planned in the same way, as Scariolo anticipated in his different public appearances over the following weeks, with the Gasol brothers or Ricky Rubio on the roster than without them: the characteristics of the squad with which the matches were faced determined the proposal with which the team appeared on the first day of the tournament, the range of alternatives that would overlap to try to nullify the virtues of the opponent’s game. To achieve this, it was essential to land the theory, pass it through the sieve of the names and the men who put it into practice, and adapt not only to those who would have to play the final shot when the game headed towards its spaces of maximum tension, but also to the physical state in which they would be when freshness or success were required of them. And on the way for everyone to give the best version of themselves on the decisive day, which the coach usually identifies around the round of 16 crossing, coordinated work was necessary from the medical, biomedical, physical preparation and training areas. recovery after efforts. That was where the doctor from Malaga, Carlos Salas, came into play, already a veteran in player health care, with ten years of experience leading the medical services of Unicaja and the national team since his first international experience, in 2013; the doctor in sports science Lorena Torres, who since 2021 contributed her experience in the San Antonio Spurs and Philadelphia 76ers franchises in the NBA, and who collected data about the players through technology that allowed their workloads to be monitored; and the coaches Enrique Salinas, a recognized specialist with more than a decade as head of Unicaja’s physical preparation, who has worked with names such as Garbajosa, Marcus Brown or Zoran Dragić, and Javier Hernández Bello from Valladolid, a professor whose knowledge stars of the dimension of Juancho Hernangómez have unloaded the weight of their conditioning.
The most valued hands of the expedition were once again those of Father David Urbano, F.C. Barcelona physio who has cared for some of the most outstanding figures in the history of this sport, and Jordan Sospedra, a Valencian who has always been linked to basketball in different areas , whose obligations to stars like Marc Gasol force him to spend a good part of the year traveling. Together with them was the entire first part of the preparation José Antonio Fernández, a reinforcement with clinics in Madrid and Málaga who was essential to take on the workload involved in having an unusually long list of summoned.
All these staff members also contributed to the creation of two materials that required the incorporation of the names that complete this list. On the one hand, the elements necessary to carry out all this work generated a considerable volume of packages that had to be transported to all the venues through which the team would pass during its preparation.
In this concentration, one of the faces of experience and normality was that of José Manuel Calderón, who visited the team on August 3 and gave them some words that remained engraved in the minds of the youngest. With his baggage of medals, years in the NBA or his weight in the team that was proclaimed world champion in 2006, Calde influenced them in the importance of the different roles within the group, in how to be the best option for the team always happens for being able to put the ego and personal interests at the service of the whole. That’s how it was for him, he tells them, at the 2016 Rio de Janeiro Olympic Games, when his participation on the track was less than in other championships, but in which he not only enjoyed the competition, but also contributed to the medal of bronze in a much more decisive way than the statistics reflect. They have to learn to enjoy the journey, to identify each area in which they can help and to internalize those experiences that, as is their case, will become one of the most remembered treasures over the years. That conversation is one of the intangible prizes that he gave them this summer, as well as the private visit from Marc Gasol, who that same night dined with the team and shared with them a precious time of friendship, memories and invaluable advice. The winner of nine medals with the Spanish team, two of them gold in World Championships and another two gold in European Championships, as well as the holder of an NBA ring, he has a legacy of experiences that enriched those who had the privilege of sharing a space of confidences with him, and he privileged the young players, who acquired the support of his closeness; In addition, he conveyed his respect to them as those currently responsible for wearing the shirt that Marc magnified one hundred and ninety-one times.

Joel Parra arrived at the concentration of August as one of the names of the moment in Spanish basketball. Consolidated in the group of those who brilliantly saved the window matches to close the Eurobasket qualification and had paved the way to defend the title in the 2023 World Cup, his presence on Scariolo’s list placed him before the possibility of attending to his first major championship as a senior international, an achievement that many took for granted due to the versatility that his game and his renewed physique offered the coach, but which required more battle than it might seem. Within such a broad call, and given the particularity of a team that had to adjust and conform to present a version of itself never before known, there were many gears to be implemented, and few names that had a fixed position…

When a player puts on the Spanish jersey, he knows that he answers in the name of a dynasty of magnificent competitors, that he is the custodian of a victorious tradition that he cannot dishonor. As an inherent and necessary part of the sport, defeat is allowed for those who wear that jersey, but it is mandatory to enter the field to give it your all and leave it with your head held high. With or without a medal, but with your head up because you have competed to the limit and have defended the values that make up the identity of #LaFamilia.
Rudy Fernández was, at thirty-seven years old, one of the mainstays that best explains this process: veteran and father of two children, the captain put as much enthusiasm into the games as anyone else, thus revealing himself close to the rejuvenated nucleus of the selection; he was generous in the integration with those others who grew up watching him on television, and thus eliminated the reverential respect that could last in the minds of the athletes who were arriving at the place on which he had carved out a right for almost two decades . Somehow, with that gesture, Rudy was bridging the digital divide that age could establish between them, and in exchange for the newcomers ensuring the games of pocha (game of cards) at night, he learned to play video games in line that not even with his son Alan had begun to use.
Rudy on courts all over the world, he is one of those players who leaves no one indifferent. A 1.96-meter-tall forward, a shooter with a very high reputation and an expert in the game to a point that leads him to be considered by many analysts as the best defender on the continent due to his wise reading of the rival’s passing lanes, his huge summer with Spain has served several thousand fans to identify him as the leader that, without a doubt, he has never ceased to be. Reserved beyond the parquet, for many the figure of Rudy has not been uncovered in all his dimension until the arrival of the captaincy has led him to assume more functions off the track. Because no one among those who won the gold medals in Katowice, Kaunas, Lille, Saitama or Beijing discussed Fernández’s leadership, his commitment on the pitch, that way of competing that knows no end, capable of sacrificing his physique to achieve his goals. who, as has happened this summer, wants much more than pain.
Rudy affirmed that being a leader «is not having a gift, it is knowing how to help.» Help everyone. And he did it so much that, at the end of the road, when he found out he was champion, he only had the strength to sit in one of the mouths of the pavilion to cry in solitude, remembering the promises he had made to his father, Rodolfo Fernández, before to pass away, looking up at the sky while kissing the medal and dedicating the umpteenth demonstration of his talent to him, thanking him for having given him enough strength to overcome everything that had happened to him and continue competing as the champion he has always been. To make those who doubted Spain right and raise the most unpredictable gold, the gold of the brave.

(Lorenzo Brown) A locker room veteran who has managed human groups since his retirement, Garbajosa knew that he shouldn’t worry or intervene any more in the process: the fit of the player whom he had decided to recruit during the spring was going even better than he had expected. the most optimistic could have foreseen. Factors of a very diverse nature and valuable determination contributed to this: the player’s personality, who came to the group with humility, and contributed his skills to the team, willing to participate off the track in customs such as pocha, and to sacrifice moments of brilliance within it for the benefit of the majority; the decision to integrate him that the rest of the team had, led in a very decisive way by Rudy Fernández, not only as captain, but as someone used to experiencing basketball as a diversity of personalities and origins; the success of those who gave priority to the incorporation of a profile like his, especially Sergio Scariolo, who had already had him under his orders in Toronto, and the management team under Garbajosa’s orders.
Lorenzo D’Hontez Brown (Rockford, Illinois, August 26, 1990) is a tall point guard, 1.96 meters tall, who was formed at the University of North Carolina and was chosen by the Minnesota Timberwolves with number fifty-two in the NBA draft in 2013. After a discontinuous career in the American professional league, which includes the aforementioned stint with Scariolo’s Raptors, in 2019 he jumped to the Zhejiang Golden Bulls of the Chinese league as the first step in a journey that would take him through Serbia, Turkey and Russia before landing in Tel Aviv, where this season he has premiered his title of European champion. He was twenty-nine years old when he took that first step, and there was nothing to foresee that on August 26, when he would celebrate his thirty-second birthday, he would do so as a member of the Spanish Basketball team, in the company of his new family and daring with his first words in Spanish.

An unequivocal way of verifying the excellence of a person is the recognition that it arouses in others. Only the very special manage to leave behind a unanimity of affection capable of making that figure transcend the dimension that would correspond to it as a human. This is the case of Sergio Llull, a player so unique in the ecosystem of the national team that he narrates the victory of Spain in a championship that he did not play. Because that, and no other, is the reality that Chechi prevailed over, extending his positive effect on the spirit of the team when he was no longer part of it, like a Cid Campeador who continued to win battles (or matches) after fallen.
Sergio Llull Meliá (Mahón, Menorca, November 15, 1987) was raised on the pitches of the La Salle school in his hometown; and after spending four seasons through the training categories of Bàsquet Manresa, at just nineteen years old he packed his bags to join the ranks of Real Madrid, from where he has not moved. Since 2007, fifteen seasons at the club from the capital have contemplated the development of a player who broke into the national team in August 2009, and who in the thirteen years that have covered the road to the championship that this book supports has only ceased to represent to our country when injuries have prevented it. In that time, Chechi has been one of the key figures in the team, a player who arrived when the generation of the 80s had already burst into force and had won the world title, but who was able to carve out a place for himself among them, both on and off the track. On the court, any basketball fan will know what a mandarin is, those shots on the edge of the impossible of which Llull has become a personal shot.
In addition to his titles with Madrid, Sergio had won three gold medals (at the 2009, 2011 and 2015 European Championships), one silver (at the 2012 London Olympics) and two bronze (at the 2012 London Olympics) with the Spanish jersey. the Eurobasket 2013 and the Rio 2016 Games). A couple of years later, he would add gold in the World Championship in China, a title that was difficult to guess at the time and in which the Menorcan played an essential role.
And then there is Llull from off the pitch, Chechi, a player who has been essential in the creation of the group. In the concept of #LaFamilia, and here an unknown fact should be highlighted, even in the creation of the #LaFamilia hashtag itself, the brand that has taken root deeply among the members of the team, precisely because it is from the locker room that the idea emerged.

Sergio Scariolo recognizes that his working method includes the inclusion in international championships of defensive specialists, such as Víctor Claver, and the request to the big stars to give up some of the shots available to their clubs in favor of their teammates. , as well as that they do not lose sight of the defensive function and sacrifice themselves in it to generate subsequent advantages in the attack. The coach explains that many of the best victories that Spain has achieved under his orders have been built on the basis of these principles, the spirit of #LaFamilia to build itself as a group in which the general interest is above the individuals of its components. Playing fewer shots or showing off less in attack, however, does not mean that the player has a worse championship, nor does it even go unnoticed by the fans.
In the press conference after the defeat against Belgium you can find many of the keys that explain both who Sergio Scariolo is and what his group management method is. «I think this is going to be a good learning for the less experienced,» he said. When you haven’t lived some things, you need a slap to learn them. It’s a reality check and if we use it the right way, we can see the good version of this team again.» And he continued: «When we make a super effort, we are a good team, and today we have not. We had five minutes early in the second quarter, and little else. We’ve had some bloody mistakes at the end of possessions. We have to go back to being the team that knows what it needs to be competitive.» No drama, no excuses, no warming up to mistakes made by the team or their lack of experience in extreme situations. Pure Scariolo method.

There are many theories as to how this group of guys, with the sole presence of a veteran whose injuries would have made it easier to quit, was able to win the championship. There are those who believe that the breaking of the limits that the generation of the 80s carried out has been the great facilitator for those who have come after them, who from them already knew that the impossible was possible; Others attribute the formula to the strength of the group, to the chemistry that was generated within the team, to the perfect combination of the roles between the highest quality players, more physical, defensive, with character or more technical, which allowed everything was fitting together as not even the most optimistic would have imagined. Whatever the reason, the truth is that Darío Brizuela, Lorenzo Brown, Alberto Díaz, Jaime Fernández, Rudy Fernández, Usman Garuba, Juancho Hernangómez, Willy Hernangómez, Xabi López-Arostegui, Joel Parra, Jaime Pradilla and Sebas Saiz, with the spiritual presence of Sergio Llull and the direction of Sergio Scariolo, were planted in Georgia on August 30 as a team in which very few believed, and left Berlin on September 18, as European champions. In between, a wonderful, unexpected journey led by a team of brave people who respected the game, trusted in themselves, strengthened their consideration for their teammate and disinterested collaboration, learned to suffer and stay united when things got really difficult. , and was able to spin a wonderful sequence of victories, of sporting feats that are a lesson in basketball, but also in life.

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