El ser humano tiende por naturaleza a pensar siempre de manera negativa sobre su presente y su futuro. Las personas solemos caer en un pesimismo recurrente porque nuestro cerebro, como afirma el neurocientífico Dean Burnett, «asume el rol de su peor enemigo al intentar anticipar todo, al tratar de anticipar cosas malas».
La inclinación genética a pensar de manera negativa nos afecta tanto de manera individual como social. No solo me puede ir mal a mí, puede irle mal a mi comunidad, a mis amistades, a mi país…
El cerebro también es muy selectivo y tiende a evocar solamente los recuerdos positivos, para evitar torturarse a sí mismo con desagradables sucesos pretéritos. Por ello, si comparamos la situación actual y el futuro previsible con el
pasado idealizado por nuestra propia mente, prácticamente siempre llegaremos a la conclusión de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
El sistema actual ha derivado en más descontento, fragmentación social, radicalización, desempleo juvenil, ausencia de esperanza, descrédito de la política (y de los políticos), falta de confianza en la democracia, soledad, imperio de la tecnología, expolio de los recursos naturales y cambio climático. No podemos seguir transitando por este camino. Las viejas estructuras políticas y sociales ya no satisfacen al ciudadano. Las relaciones con sus representantes están en crisis. Los nuevos paradigmas sociales exigen formas de pensamiento diferentes y divergentes.
Siempre hay hechos —sin ir más lejos, la pandemia de la covid-19 y la invasión rusa de Ucrania— que se convierten en verdaderos puntos de inflexión y nos obligan imperiosamente a reflexionar sobre el mundo que hasta ahora hemos tenido y, especialmente, sobre el que vendrá.
En el ámbito social, uno de los cambios más significativos será la privatización de los pocos recursos públicos que quedan, al mismo tiempo que se va a descapitalizar a la población. Antes o después, la presión económica saturará las estructuras del Estado. Se esperan revueltas y, probablemente, se incrementarán la represión y el despotismo.
En esta ocasión el autor nos lega una obra extensa al mismo tiempo que sencilla una obra sobre el presente y el futuro de las sociedades bajo su óptica. Realiza un análisis en varios campos tales como el económico, tecnológico, social, político, geopolítico, liderazgo y, si me permiten, de valores humanos. China, la educación, la erosión de la democracia liberal, la droga, el paro, la robotización la juventud y su porvenir quedan analizadas con datos reales, empíricos y ciertos que nos ayudan a entender la situación actual, y quizás, por llegar.
Probablemente conocerán al autor de obras anteriores, o bien por sus intervenciones televisivas o su web; pues bien, poco más que añadir dado que gracias a esta lectura podrá tener una idea clara de aquellos actores y motivos tras los mismos. En el capítulo dedicado a la educación el Coronel acierta de pleno señalando con argumentos a todos los interesados en crear gente más manipulable, víctimas de unos políticos de intelecto romo y ambición incomensurable. La agenda 2030 es explicada sin teorías conspiratorias del mismo modo que actores políticos internacionales son descritos con sus actos no con rumores; la inmigración como arma política es una capítulo interesantísimo y, del mismo modo podríamos estar elogiando esta excelsa obra.
El futuro es siempre tan incierto como impredecible. Está plagado de infinidad de dificultades, recovecos, sorpresas y giros bruscos, los llamados «cisnes negros». Este concepto, creado por el ensayista Nassim Taleb, hace referencia a aquellos sucesos que acontecen de manera repentina y sorprendente.
La clave del mañana se encuentra en el ser humano, en uno mismo, en todos y cada uno de nosotros. Si importante es pensar cómo será el futuro, no lo es menos reflexionar sobre qué podemos hacer para construirlo. Debemos encontrar respuestas a todas las preguntas, a la incertidumbre, a los desafíos que nos esperan. El cambio siempre es necesario si deseamos mejorar un presente poco esperanzador.
Aumenta la preocupación por el impacto de las enfermedades mentales en las vidas de las personas, especialmente en el actual contexto pandémico. Se estima que al menos mil millones de personas padecen algún tipo de enfermedad mental, y más del 75% de ellas vive en países con bajos ingresos y no recibe ningún tratamiento. Los informes comparativos sobre trastornos mentales hay que analizarlos con cautela, precisamente por la ausencia de certezas al respecto, sea por la carencia de datos en determinados países o por la baja dotación presupuestaria de los sistemas de salud en otros, lo que provoca que muchos casos pasen desapercibidos por falta de diagnóstico.
Por otro lado, en muchos casos las enfermedades mentales están ligadas también a trastornos compulsivos, como los relacionados con la conducta alimentaria (TCA) o bien con el consumo de sustancias psicotrópicas.
Gracias a la globalización estamos hiperconectados, pero eso no significa que vivamos más unidos. En realidad, estamos más separados, más alejados los unos de los otros, que nunca. El panorama actual se perfila con políticos que abusan del marketing
emocional en sus programas e intervenciones, en lugar de aportar políticas públicas concretas. Con jóvenes cuyos trabajos son cada vez más precarios. Con una población que envejece. La soledad, la infantilización y el adormecimiento de las sociedades democráticas son los males de nuestro tiempo. La tecnología amenaza con entrar en todas las facetas de nuestras vidas.
¿Está la sociedad más polarizada o está dormida? ¿La han narcotizado? ¿La tienen tan saturada de entretenimiento banal y estéril que ya es incapaz de reaccionar, incluso ante los mayores atropellos?.
. La globalización
Esta nueva globalización trajo consigo la pérdida de referentes locales, la desorganización de la sociedad y la carencia de una identidad propia, al menos en buena parte de los países. Favoreció que se compartieran valores comunes y posibilitó que personas, negocios o ideas pudieran viajar por el mundo entero.
. La posverdad
Esta distorsión logra que los hechos objetivos sean menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales.
Surge a partir de la desconfianza hacia unas élites que no han sabido dar respuesta a los vertiginosos cambios que ha sufrido la sociedad.
. La manipulación mediática
La existencia de más medios de comunicación, e incluso el advenimiento de las redes sociales, no implica que haya mayor diversidad de contenidos, ni tampoco que los ciudadanos
estemos mejor informados. En gran medida, solo ha servido para convencernos de mensajes intencionados, por el mero hecho de que son transmitidos, casi calcados, por muchos más canales.
. El progreso tecnológico
Dentro de los numerosos avances tecnológicos de los últimos años, hay uno que ha modificado sustancialmente la sociedad: el ámbito ciberespacial, en concreto internet. Este indudable salto tecnológico ha posibilitado el surgimiento de una sociedad deslocalizada que no es posible controlar por los Estados, al menos en teoría. La universalidad e inmediatez de las comunicaciones, junto con las poderosas y omnipresentes redes sociales, condicionan las percepciones humanas y distorsionan las dinámicas de decisión. Internet se ha convertido en el quinto poder.
Muchos de los problemas sociales a los que nos enfrentamos están enlazados por un fenómeno del que algunos autores llevan tiempo alertando: la infantilización de Occidente.
Este contexto de infantilización de la sociedad, de cultura terapéutica y de elusión de responsabilidades individuales contribuye a una sociedad del miedo, en la que el impulso predomina sobre la razón, y afecta a todas las capas sociales.
Cuatro rasgos en esa infantilización de Occidente. Frente a una sociedad envejecida, imperan los rasgos adolescentes: los impulsos dominan a la reflexión; la imagen se antepone a las ideas (aumentando también los rasgos narcisistas); los derechos imperan sobre los deberes; y desaparece el esfuerzo y la autosuperación. Los dos primeros están relacionados con la manipulación interesada de la sociedad en la que vivimos. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué resulta tan fácil manipular a la gente? Porque apelan a nuestro cerebro primitivo, de manera que se crea un estado emocional tan intenso que nubla por completo la razón.
Los principales problemas —actuales y futuros— a los que se enfrentan las sociedades de la mayoría de los países desarrollados se centran en la demografía, la educación y la cultura, la creciente desigualdad, la progresiva eliminación del pensamiento crítico y la cuestionada imparcialidad judicial. Se añaden otras circunstancias relacionadas con ellos, como son la soledad, la proliferación de mascotas, el futuro de la alimentación y el abuso de las drogas.
Uno de los más graves problemas a los que se enfrenta la sociedad de nuestros días es la soledad, tanto porque la esperanza de vida aumenta, como por una tendencia hacia el individualismo, propiciada en parte por la ruptura con las entidades familiares clásicas. La bonanza económica también ha favorecido en cierta medida la quiebra de los grupos familiares, pues antes era habitual coexistir en el mismo hogar, mientras que ahora —a pesar del incremento del coste de la vivienda— la dinámica lleva a alejarse del núcleo familiar. Así mismo, la masiva incorporación de la mujer al ámbito laboral también dificulta el cuidado de las personas mayores, que antes solía recaer en ellas, una tarea ahora principalmente relegada a centros específicos de la tercera edad.
El concepto de soledad no solo hace referencia a la falta de contacto físico. Igualmente se puede sentir cuando se está rodeado de personas, ya que la soledad es también un estado mental.
Los ciudadanos estamos hartos del sistema político actual. Necesitamos y exigimos urgentemente un cambio. Pero no un mero maquillaje, ni espejismos como las falsas promesas de los partidos recién llegados. Queremos un nuevo modelo político, una transformación profunda.
Un amplio porcentaje de la población —más de la mitad en el caso español— piensa que el sistema necesita ser completamente reformado o, como poco, que precisa grandes cambios. Únicamente en países como Nueva Zelanda, Canadá, Suecia y Australia, la ciudadanía se muestra cómoda en general con el sistema actual.
Una de las consecuencias del desánimo social generalizado es la desconfianza en los partidos políticos tradicionales. No es de extrañar, pues, que tanto unos como otros —ninguno se libra— deparan constantes escándalos, bien por casos de corrupción, bien por otros motivos como abuso de poder, injerencias en la
Justicia, nepotismo, prevaricación o cualquier otra figura. Son tantos y tan frecuentes que ya casi nos hemos acostumbrado a ellos y no les damos la importancia que deberíamos, quizá porque no vivimos en un verdadero sistema democrático, como sería propio de una ciudadanía soberana, despierta y exigente.
En los últimos años, esta situación ha tenido como consecuencia el auge del populismo, caracterizado por un amplio descrédito y desconfianza entre la población hacia los políticos profesionales, las élites intelectuales y las instituciones de las democracias liberales. Por no hablar de las instituciones internacionales, comenzando por las europeas.
El significado más conocido de NOM alude a una presunta élite mundial —formada por gobernantes, personas poderosas y grandes grupos empresariales— con un plan para el pleno dominio internacional. La idea subyacente gira en torno a que la población planetaria estaría sometida a un Gobierno centralizado global, que vigilaría y controlaría a todos y cada uno de los habitantes de la Tierra, pero al que no habría ninguna posibilidad de exigirle responsabilidad alguna o la menor transparencia. La pandemia de la covid-19 ha acentuado estos planteamientos, circulando nombres de organizaciones y de personas que podrían estar detrás de ese NOM, como Bill Gates y el multimillonario inversor y filántropo estadounidense George Soros. Para alcanzar esa meta de dominio absoluto, uno de los medios sería «el Gran Reinicio» (The Great Reset), propuesto por el FEM, también conocido como Foro de Davos, y que debería tener lugar después de la pandemia, transformando por completo el actual modelo socioeconómico y político. Lo que también está relacionado, en gran medida, con la denominada Agenda 2030.
El Foro Económico Mundial (FEM) es una organización no gubernamental que celebra anualmente en Davos (Suiza) —de ahí el nombre por el que es conocida— una serie de debates informales sobre asuntos internacionales. Hasta allí acuden políticos, académicos, activistas y empresarios, pero no son elegidos para decidir sobre esos asuntos globales, al menos en teoría. Existe un claro déficit de representatividad que sus detractores utilizan para apuntalar las teorías del Gobierno de las élites o del Nuevo Orden Mundial.
Lo que persiguen con este «Gran Reinicio» es renovar el contrato social basado en la dignidad del ser humano. Para ello, proponen fomentar los estímulos fiscales para reactivar la economía y emplear nuevas variables que sirvan para medir la capacidad económica de los países, teniendo en cuenta la división de la riqueza y la calidad de vida de los individuos. Como ya hemos comentado, también quieren alinearse con la Agenda 2030 en cuanto al desarrollo sostenible, instando a las empresas a que se comprometan con el medio ambiente.
Este capitalismo de partes interesadas está en línea con el capitalismo ecológico, sostenible y social que propugnan BlackRock, Warren Buffett, Bill Gates y otros grandes del mundo financiero.
En definitiva, se pretende un contexto en el que los clientes elijan a quién comprar no solo por el producto en sí, sino por los valores sociales y ecológicos de la empresa que lo vende. «Body positive», «sin maltrato animal», «respetuoso con el medio ambiente», «100 % reciclable», «origen ecológico», son solo algunas de las etiquetas que acompañan a productos de toda índole, como una campaña más de marketing. Y de eso, de marketing, tiene mucho, demasiado, como bien saben las empresas, que han debido adaptarse, a veces con un coste elevado que nadie les compensa, para intentar seguir vendiendo en este nuevo marco impuesto, por más que en muchas ocasiones no lo comprendan en su totalidad.
Quizás este giro en el sector económico devuelva la confianza a la sociedad. Una confianza erosionada por la falta de diálogo, de transparencia y de representación en la política. O quizá solo sea un lavado de cara del mismo sistema.
La gran promesa de la digitalización y la transición electrónica era que se crearían nuevos tipos de empleo a cambio de todos aquellos que se iban a perder. Por el momento, se han visto las pérdidas, pero los nuevos empleos no acaban de aparecer, al menos no de forma masiva. Algunos de los pocos que han aparecido son tan singulares como jardinero de Minecraft (un videojuego), entrenador de avatares (un jugador que se dedica a mejorar al personaje de otro jugador que no tiene tiempo para ello), streamer (difusor de contenidos digitales en tiempo real), jugador de e-sports (deportista digital), mecánico de drones y repartidor de Amazon. En muchos casos, estos trabajos tienen en común su baja cualificación, su escasísima oferta actual y, en la mayoría de los casos, su precariedad y absoluta temporalidad. Con estos ejemplos, expuestos con el mayor respeto a los trabajadores que ejercen esas funciones, se quiere evidenciar que, en muchos casos, son personas sobrecualificadas para esos cometidos, como sucede con los repartidores de comida a domicilio. Lo que no deja de ser muy frustrante y desmotivador.
La transición ecológica será también un problema para el mundo laboral. Algunos de los principales fabricantes de automóviles dan por hecho que habrá un 30% menos de trabajo al realizar la transición a la electrificación, así como cuatro años de congelación salarial. Viviremos un gran problema con el paro que irá asociado.
A la hora de establecer una RBU (Renta Básica Universal), uno de los primeros problemas que surgen es definir con precisión cuáles son las necesidades mínimas reales de una persona o de una familia dependiendo del número de sus integrantes. De otro modo es difícil, por no decir imposible, atender a este deber social.
Una RBU exigiría en paralelo la obligatoriedad de trabajos sociales. Hoy en día, gracias a la tecnología, prácticamente cualquier persona puede aportar algo a la sociedad, incluso sin salir de su casa o levantarse de su sillón. Mucho es lo que se puede contribuir a la sociedad mediante todo tipo de servicios, desde atender a personas mayores o discapacitadas y prestar atención a otras que viven solas, hasta realizar labores medioambientales.
Hoy en día, los impuestos se justifican en que sirven para mantener la Administración pública y garantizar unos servicios mínimos, que obedecen al principio de igualdad de todos los ciudadanos. Sin embargo, como ocurre con las crisis, se pone de manifiesto la necesidad de un cambio de paradigma y de modelo económico que permita poner al ciudadano en el centro, garantizando su desarrollo profesional y personal, permitiéndole una mayor libertad en la disposición y uso de su patrimonio, sin perjudicar dichos servicios mínimos que han de estar garantizados en el estado de bienestar. ¿Pagamos muchos impuestos? ¿Es necesaria una reducción o una mejor gestión?…
Se suele decir que España es un país con poca presión fiscal en comparación con la media europea. Pero si se tiene en cuenta el elevado paro y la economía sumergida, pasa a ser idéntica a la media de la UE. Y si se ajusta lo recaudado a niveles de renta, el esfuerzo fiscal resultante es casi un 7% mayor en España que en el resto de la Unión. Por otro lado, la armonización regional fiscal que se pretende dentro de España, lejos de corregir desigualdades, sirve para fomentar malas prácticas, ya que cuanto más ineficiente y peor resultado tiene la gestión de un Gobierno autonómico, más transferencias recibe. Además, elimina la libertad y socava el propio sistema de las autonomías, que se basa precisamente en que cada comunidad autónoma pueda elegir el modelo tributario que considere más conveniente para su territorio. Hay regiones como Madrid que, aun recibiendo críticas por cuestiones políticas, son las que más se asemejan a las buenas prácticas existentes en Europa, con un IRPF similar al promedio comunitario, la supresión del impuesto al patrimonio y la bonificación del de sucesiones.
La desigualdad creciente que existe en las sociedades occidentales está marcada por la brecha digital. Hoy en día, es necesario contar con un certificado digital para realizar cualquier trámite en los ayuntamientos u otras muchas instituciones públicas. Se han digitalizado esferas de la política, de la sociedad y de la economía casi de la noche a la mañana. La pandemia de la covid-19 ha supuesto un punto de inflexión en estos cambios, porque, si bien se hubieran incorporado a nuestras vidas a la larga, una buena parte de la población todavía no estaba preparada para asumirlos de forma tan repentina.
En los últimos años, la tecnología ha ocupado todos los aspectos de nuestra vida, haciendo que sea casi imposible vivir sin todo lo que nos aporta. Su imparable avance impone que aumente la necesidad de contar con políticas destinadas a proteger al usuario ante su desarrollo.
En este contexto, crece la sensación de que la tecnología gobierna nuestras vidas, por lo que también aumentan las corrientes que reniegan de su uso. Hay quien considera que, en el futuro, los enfrentamientos se darán entre las personas que vivan por y para la tecnología y las que la rechacen. A los que dan la espalda a los avances tecnológicos se los conocerá como «neoluditas», en referencia a los llamados «luditas», aquellos primeros artesanos ingleses que se resistieron a la llegada de las máquinas durante la Primera Revolución Industrial, destruyendo la maquinaria textil en señal de protesta por la degradación de sus condiciones laborales.
Blockchain, la tecnología de registro distribuido (Distributed Ledger Technology, DLT) más popular, es la que hace posible la conocida moneda virtual Bitcoin, aunque tiene otras muchas aplicaciones ajenas a las criptomonedas (salud, seguridad, servicios públicos, etcétera).
Esta DLT es determinante en el nuevo rumbo de internet, por la importancia que tiene el hecho de que los datos de los usuarios ya no se almacenarán y gestionarán en servidores de determinadas compañías, sino en una red colaborativa de usuarios, encargada de verificar la información. Es un modelo similar al utilizado en el aprendizaje entre pares, basado en el constructivismo, donde los estudiantes interactúan para alcanzar objetivos educativos a través de la autoorganización y el aprendizaje colaborativo. Sin duda, lo más revolucionario de todo esto es que los usuarios de la red no necesitaremos intermediarios para realizar transacciones. Fuera de internet, en el mundo presencial, la blockchain también generará grandes cambios desde su entorno digital, afectando a las entidades registrales tradicionales como los registros mercantiles o los de la propiedad, el notariado y los agentes de la propiedad inmobiliaria, entre otras muchas.
Vigilar el metaverso —sus contenidos, interacciones y acciones— sería como poner una cámara en cada esquina de una ciudad y tener a una legión de operadores para supervisarlas en tiempo real o una vez acontecido el suceso. Entre otros riesgos evidentes destacan:
1) Vulneración de derechos de autor. Escenarios virtuales dinámicos y cambiantes no auditables se utilizarán para el uso no autorizado de marcas y obras con propiedad intelectual. Obras y diseños serán explotados sin control posible.
2) Estafas. Las formas diferentes de forzar la suscripción, la compra impulsiva y los cargos con un solo clic serán habituales. En los inicios de las app stores, las suscripciones a aplicaciones y compras adicionales ya generaron graves problemas por cargos en tarjetas de crédito. En general, muchos de los crímenes que se cometen en el mundo real tendrán su espejo en el virtual. Los delincuentes no van a perder la oportunidad de sacar beneficio económico de este nuevo entorno, por lo que se las ingeniarán para cometer sus delitos.
3) Suplantación de identidad. La clonación y suplantación de perfiles, ya desbordada en las redes sociales, será habitual en el metaverso. Se mantendrán los mismos problemas y limitaciones para mantener y regular el problema.
4) Injurias, calumnias y amenazas. Las transgresiones relacionadas con acusaciones falsas, insultos e intimidaciones se potenciarán, en la medida que las conversaciones no podrán auditarse porque serán privadas y se mantendrá el secreto de las comunicaciones y la libertad de expresión.
5) Desinformación. El modelado de las noticias se convertirá en un clickbait continuo, en un ciberanzuelo para atrapar receptores con información engañosa y manipulada. Las noticias falsas (fake news) tendrán un terreno abonado para proliferar y hacerse visibles.
6) Neuromanipulación. El entorno 3D permitirá establecer y mantener un sistema de estimulación visual ideal para impactar en la psique del usuario.
7) Datos personales. En un servicio desregulado, como las actuales redes sociales, todos los datos —personales, de salud, gustos, costumbres y búsquedas— quedarán almacenados. La IA de Meta ofrecerá, a la altura de Google, propuestas comerciales en cada rincón del metaverso.
8) Acoso. El acoso digital se escenificará de forma diferente, acorralando e impidiendo moverse con libertad a los usuarios. Si ahora pensamos que somos acosados en las redes sociales, sumergirnos en el metaverso nos lo pondrá mucho peor. Los avatares falsos serán habituales, y muy difíciles, casi imposibles, de detectar. Unidos a bots, trolls y haters en mayor cantidad que en las redes sociales actuales, los problemas psicológicos de los usuarios también crecerán.
9) Soledad. Generada sobre todo en niños y adolescentes, aunque extendida a toda la población.
10) Discriminación positiva. Toda la ideología de género, raza y ecologismo se establecerá como algo habitual, normalizando impactos sociales como MeToo, BlackLivesMatters y la Agenda 2030.
En definitiva, estamos ante un nuevo paradigma de control sobre la vida de las personas, ejercido también entre ellas. Ha llegado el metacontrol, la macrovigilancia, más allá de lo conocido hasta ahora. No hay duda de que nuestra identidad digital nos marca y clasifica ante los demás, afectando a nuestra existencia, tanto en el mundo virtual como en el presencial. Décadas antes de que el metaverso pasara a protagonizar los titulares de los medios de comunicación, de que se comenzase a hablar en términos populares de la digitalización y de las «tecnologías habilitadoras digitales», nuestra identidad digital ya se estaba conformando. Nuestra forma de proceder en el ciberespacio a través de los buscadores de internet, de nuestros perfiles personales y corporativos en las redes sociales, de nuestros sitios web y aplicaciones de mensajería, de los sitios que visitamos en la World Wide Web, de los datos que publicamos y de los formularios que rellenamos en ella, de los contactos que gestionamos online… todo ello nos identifica y define.
A principios de este siglo XXI, Estados Unidos era el país que más gastaba en I+D, unos 270.000 millones de dólares en paridad de poder adquisitivo actual, seguido de la UE, con unos 180.000 millones de dólares. Por entonces, China apenas invertía 33.000 millones. Actualmente, ya prácticamente invierte lo mismo que Estados Unidos.
En el importantísimo ámbito de la tecnología, la política conocida como Go Global impulsó a algunas de las empresas chinas mejor posicionadas en los ámbitos tecnológicos punteros, como Huawei y ZTE, a competir en los mercados internacionales a partir de 1999. Desde 1970 y hasta 2000 Estados Unidos, Japón y Alemania, por este orden, presentaron ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), dependiente de Naciones Unidas, casi dos tercios de las patentes mundiales. El resto fueron presentadas básicamente por otros países occidentales. Entonces, China apenas presentaba el 1%; en 2020 sus solicitudes de patente sumaron el 45,7% del total mundial.
Obviamente, una posibilidad sería que Estados Unidos accediera a compartir el poder mundial, del que tan cómodamente ha disfrutado desde 1991, con su gran oponente, China. Pero esta opción se antoja más bien remota, pues nunca ha sucedido algo similar a lo largo de la Historia. En estas mismas situaciones, las potencias dominantes han realizado todos los esfuerzos posibles por mantener su preeminencia.
Por el bien de toda la Humanidad, ojalá los dirigentes de ambas naciones apliquen el sentido común y puedan alcanzar acuerdos beneficiosos para todos, en los que prime la paz y se privilegie la seguridad humana por encima de cualquier otro interés particular.
Las nuevas generaciones requerirán otras habilidades. Tenemos que prepararlas para el futuro y no para nuestro pasado.
La búsqueda de valores atractivos para el alumno y necesarios para el futuro, los principales pedagogos apuntan a que en las escuelas deberían dedicarse a enseñar las cuatro habilidades básicas: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. Sabemos lo que queremos o necesitamos, ahora queda actualizar los currículos y enseñar con los ojos puestos en el futuro, con una visión clara y estratégica, aportando cada uno lo máximo dentro de su ámbito de responsabilidad.
El protagonismo creciente de los robots y de la automatización cambiará la sociedad, como ya estamos empezando a entrever. Nos tendremos que acostumbrar a ser testigos de escenas que habíamos considerado distópicas. Estamos en la fase del fin del enfoque tradicional del trabajo, en una sociedad en la que un robot realiza la parte mecánica que antes hacían uno o varios humanos, donde podremos seguir apoyando a los más necesitados a través del móvil o con un donativo por Bizum, un mundo hiperconectado. Lo que también exige encontrar soluciones para adaptarse y potenciar al ser humano.
1) La era pospandemia marcará el comienzo de un periodo de redistribución masiva de la riqueza, de los ricos a los pobres y del capital al trabajo. (Este es uno de los puntos claves de este «Gran Reinicio». Aunque en teoría sería algo deseable, en la práctica será mucho más complicado. Para empezar, habría que concretar a quién se va a considerar «rico». Ya hemos comentado que los verdaderamente ricos siempre buscarán fórmulas para evitar aportar a la sociedad lo mismo que hacen, hasta la extenuación, las clases medias.
Como para todo lo demás, habrá que ver su aplicación detallada, para concluir si es positivo realmente para la sociedad.)
2) Se insta a adoptar democráticamente una economía planeada, pero adaptable, sostenible y con una reducción progresiva y equitativa de la producción, guiando hacia un futuro donde podamos vivir mejor con menos. (Esto enlaza con la gran frase de este proceso: «No tendrás nada y serás feliz».)
3) La felicidad depende más bien de factores intangibles como la accesibilidad a la atención médica y un tejido social robusto. (Incluso osan decirnos en qué consiste la felicidad. Como si para cada persona no residiera en aspectos diferentes, en algunos casos radicalmente distintos. Además, se olvida que la felicidad es un estado interior, que no tiene por qué estar directamente relacionado con aspectos materiales, por más que sean tan imprescindibles para las personas como la sanidad, la educación y el apoyo social. Dejan de lado que hay seres humanos que viven con muy poco y, en cambio, se consideran a sí mismos como mucho más felices que aquellos otros que, viviendo en países o ciudades muy avanzadas, se sienten solos, tristes y deprimidos.)
4) Es probable que la covid-19 anuncie la muerte del neoliberalismo. (Más que esta posibilidad, da la impresión de que este es un objetivo prioritario del «Gran Reinicio», que busca implantar un sistema más próximo a un socialismo/ comunismo clásico que a otra cosa.)
Parece el guion exacto de lo que se está aplicando en muchos países, especialmente en aquellos con Gobiernos progresistas, que no tienen que pensar mucho, pues se lo están dando todo hecho. Solo tienen que seguir al pie de la letra las instrucciones de este movimiento globalista, de este «Gran Reinicio», enlazando a la perfección con los postulados de la Agenda 2030.
Líderes políticos como el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el de Canadá, Justin Trudeau, y el de Francia, Emmanuel Macron, apoyan el Gran Reinicio.
En algunos grupos antiglobalistas, sobre todo desde teorías conspirativas surgidas en la web anónima 4chan y que hoy son conocidas como QAnon, se afirma que el Gran Reinicio es una estrategia para impulsar la implantación de microchips en las personas, con el propósito de controlarlas; que las vacunas contra la covid-19 son una farsa, porque «no existe» tal enfermedad; e incluso que una red de pedófilos muy poderosa, contra la que habría luchado el expresidente Donald Trump, controla Estados Unidos.
Este aspecto también es instrumentalizado para desacreditar a los que se oponen a la Agenda 2030.
Los ODS, nacen con polémica y se desarrollan con evidentes altibajos. Sus características a priori más problemáticas son las siguientes:
1) Estos objetivos resultan prácticamente imposibles de conseguir, debido a la dificultad manifiesta de conocer cuantitativa y cualitativamente si se han alcanzado.
2) Incapacidad de buena parte de los países que los quieren desarrollar para medir el grado de aplicación de los logros.
3) Los ODS son «orientativos», más que una respuesta a una planificación política programática efectiva. El uso de formas verbales demasiado abiertas da a entender que, en su mayoría, no se podrán conseguir.
4) Es incoherente querer acabar con la pobreza en el mundo y pretender una mejor gestión del PIB de los países desde la política económica, al mismo tiempo que se bloquea la persecución internacional al fraude fiscal.
5) El peso de las transnacionales y del capital financiero en el impulso de los ODS es enorme, por lo que es difícil desarrollarlos en un momento histórico en el que los tradicionales estados de bienestar están siendo desmantelados. A ello hay que añadir el progresivo proceso de financiarización de las economías globales.
6) Que la SDNS, entre otras, sea una de las instituciones que monitorizan, mediante informes, el cumplimiento de los ODS es «poner al zorro al cuidado de las gallinas».
7) Los ODS, además, parecen seguir una agenda política globalista, en lo que a materia de ideas se refiere, aunque la etiqueta del globalismo nos resulte oscura y confusa, y quienes la utilizan peyorativamente tienden a ideas y teorías conspirativas de muy difícil demostración. Lo que sí es cierto es que la financiación de instituciones como la Open Society —ampliamente demostrada de manera fehaciente, pues la gran cantidad de entes varios que la reciben no tienen empacho de publicitarlo, en la mayoría de los casos— indica que los ODS van en la línea de la idea de «sociedad abierta» de Karl Popper (1902-1994) y George Soros.
No se puede adelantar con precisión la evolución que puedan tener los ODS, la Agenda 2030, en el futuro inmediato, y menos aún a largo plazo. No obstante, todo apunta a que no se alcanzarán en su gran mayoría, y menos aún en su totalidad, para la fecha prevista.
El marketing político se ha convertido en fuente de degradación de la política. Implica la cosificación de los individuos. Se puede decir que es la «política de señuelos». De la «política ficción» se pasa a la «política gestión». Se emplea la ilusión como resorte de manipulación y estrategia de captación del apoyo ciudadano en los procesos electorales. Se utiliza aviesamente la sociología del votante. Se gestiona el encanto y el desencanto social para favorecer al líder. Se aprovecha de la necesidad de las personas de creer en promesas imposibles para sobrevivir a la decepción del inalcanzable y perverso objetivo materialista que mueve a las sociedades.
Al final, la única manera de escapar de este futuro es una colaboración inteligente. Un aprendizaje a través de los demás y un fortalecimiento de nuestras capacidades mediante una
educación basada en valores, ya que solo así podremos superar lo que nos espera. Pero eso solo depende de nosotros, ya que somos los únicos que tenemos el poder para lograrlo.
1) Los seres humanos somos una especie en constante evolución. No obstante, hagamos siempre que lo mejor de nosotros prevalezca, creando un entorno de vida amable y sostenible, tanto en el ámbito presencial como en el virtual. No dejemos que la evolución se convierta en retroceso.
2) No debemos olvidar que las tecnologías son instrumentos a nuestro servicio, y su mayor utilidad es ayudarnos a evolucionar, haciéndonos cada vez más libres, no más esclavos ni dependientes. Si cualquier teórico avance tecnológico no nos hace la vida más llevadera, no consigue que seamos más felices, descartémoslo de inmediato.
3) La IA no es comparable con la natural, tan solo es una burda réplica, por mucho que llegue a mejorar. Si invirtiéramos en el desarrollo de nuestras capacidades naturales una mínima parte de lo que invertimos en las artificiales, estas carecerían de sentido. Pero las capacidades naturales hemos de desarrollarlas en el plano personal. No pueden hacerlo los Gobiernos por nosotros, ni mucho menos entes supranacionales. A la inteligencia humana todavía le queda mucho camino por recorrer.
4) Rehuir los problemas no los soluciona. Al contrario, los hace más fuertes. Si el metaverso es una huida de la realidad presencial a la virtual, tan solo será el espejo en el que se reflejen y crezcan nuestras miserias, al igual que nuestras virtudes. Hagamos que estas últimas prevalezcan. Y sobre todo, no nos dejemos arrastrar por modas que solo persiguen fines económicos y de dominio social.
5) Hay otro «universo» más allá de nuestra existencia física, y está dentro de nosotros. La introspección personal, así como la búsqueda, localización y aplicación de los mejores valores y principios que hay en cada individuo, es el mejor camino para lograr el bienestar colectivo. La tecnología nos puede ayudar en algunos aspectos, como a disfrutar de más tiempo libre, si la sabemos utilizar adecuadamente. Pero no es la clave de esa búsqueda personal.
6) Nuestra comodidad hace que lo material se anteponga a lo espiritual, también a lo mental. Lo que no significa que la materia sea más fuerte y duradera, al contrario. Mientras los materiales se desgastan con el paso del tiempo y el permanente golpeo de las adversidades, el espíritu se crece y fortalece ante estas, logrando grandes gestas personales y colectivas, a veces incluso sorprendiéndonos gratamente, por lo inesperado.
7) Que juguemos a ser Dios no nos convierte en él, ni mucho menos. Seamos prudentes con nuestras aspiraciones para que no nos absorban hasta condenarnos al ostracismo o nos hagan desaparecer bajo un manto de tecnología insaciable. No perdamos nuestra alma ni nuestra esencia como personas.
8) Vivimos en una metamorfosis permanente porque en eso consiste la evolución de la especie humana y de las sociedades que conforma. El cambio es bueno, unas veces porque nos favorece y otras porque nos da la oportunidad de asumir y aprender para mejorar. Pero debemos saber gestionarlo adecuadamente, con visión estratégica y clara de a dónde queremos llegar.
9) La incertidumbre es inherente al cambio y no debe perturbarnos más allá de lo razonable, ya que sin cambio no hay evolución, el principal propósito de la existencia. No avanzar en el camino de la perfección es retroceder. Por lo que no debemos ser reacios a los cambios que nos propone la ciencia o nuestra propia naturaleza. Tan solo hay que someterlos al filtro del sentido común antes de adoptarlos o rechazarlos. También respetando que otros obren de forma diferente, mientras su proceder no atente contra la libertad de sus congéneres, para lo que debemos estar muy atentos. Como para cualquier otro aspecto de la vida, debe imponerse la prudencia, si bien en este caso debe ser máxima.
10) Nada ni nadie debe ni puede conducirnos a un territorio al que no queramos ir, ni obligarnos a permanecer en él si no sentimos que es nuestro sitio. Hemos de permanecer atentos a los brillantes señuelos que nos muestran un mundo mejor, más aséptico, pero también más inhumano. Es muy probable que solo sea otra artimaña para ejercer un mayor control sobre nosotros, hacer que perdamos la poca privacidad que nos va quedando, e incluso penetrar en nuestros pensamientos, el último reducto de libertad.
* ODS: Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Libros del autor comentados en el blog:
Human beings by nature tend to always think negatively about their present and their future. People tend to fall into a recurring pessimism because our brain, as neuroscientist Dean Burnett says, «assumes the role of its worst enemy by trying to anticipate everything, by trying to anticipate bad things.»
The genetic inclination to think negatively affects us both individually and socially. It can not only go wrong for me, it can go wrong for my community, my friends, my country…
The brain is also very selective and tends to evoke only positive memories, to avoid torturing itself with unpleasant past events. Therefore, if we compare the current situation and the foreseeable future with the
past idealized by our own mind, we will practically always come to the conclusion that any past time was better.
The current system has led to more discontent, social fragmentation, radicalization, youth unemployment, lack of hope, discredit of politics (and politicians), lack of confidence in democracy, loneliness, empire of technology, plunder of resources nature and climate change. We cannot continue on this path. The old political and social structures no longer satisfy the citizen. Relations with his representatives are in crisis. The new social paradigms require different and divergent ways of thinking.
There are always events —without going any further, the covid-19 pandemic and the Russian invasion of Ukraine— that become true turning points and imperiously force us to reflect on the world we have had up to now and, especially, on the one that will come
In the social sphere, one of the most significant changes will be the privatization of the few remaining public resources, at the same time that the population will be decapitalized. Sooner or later, the economic pressure will saturate the structures of the State. Riots are expected and, probably, repression and despotism will increase.
On this occasion, the author bequeaths us an extensive work that is simple at the same time, a work on the present and the future of societies from his perspective. He performs an analysis in various fields such as economic, technological, social, political, geopolitical, leadership and, if I may, human values. China, education, the erosion of liberal democracy, drugs, unemployment, robotization, youth and its future are analyzed with real, empirical and certain data that help us understand the current situation, and perhaps, to come.
They will probably know the author of previous works, either through his television appearances or his website; well, little more to add since thanks to this reading he will be able to have a clear idea of those actors and motives behind them. In the chapter dedicated to education, the Colonel is absolutely right, pointing out with arguments all those interested in creating more manipulable people, victims of politicians with a blunt intellect and immeasurable ambition. The 2030 agenda is explained without conspiracy theories in the same way that international political actors are described with their actions, not with rumors; Immigration as a political weapon is a very interesting chapter and, in the same way, we could be praising this excellent book. I recommend all books from the author.
The future is always as uncertain as it is unpredictable. It is plagued with countless difficulties, nooks, surprises and sharp turns, the so-called «black swans». This concept, created by the essayist Nassim Taleb, refers to those events that happen suddenly and surprisingly.
The key to tomorrow is found in the human being, in oneself, in each and every one of us. If it is important to think about what the future will be like, it is no less important to reflect on what we can do to build it. We must find answers to all the questions, to the uncertainty, to the challenges that await us. Change is always necessary if we want to improve a present that is not very hopeful.
Concern about the impact of mental illness on people’s lives is growing, especially in the current pandemic context. It is estimated that at least one billion people suffer from some form of mental illness, and more than 75% of them live in low-income countries and do not receive any treatment. Comparative reports on mental disorders must be analyzed with caution, precisely because of the lack of certainty in this regard, either due to the lack of data in certain countries or the low budget allocation of health systems in others, which causes many cases go unnoticed due to lack of diagnosis.
On the other hand, in many cases mental illnesses are also linked to compulsive disorders, such as those related to eating behavior (TCA) or to the consumption of psychotropic substances.
Thanks to globalization we are hyperconnected, but that does not mean that we live more together. In reality, we are further apart, farther from each other, than ever before. The current panorama is shaped by politicians who abuse marketing
emotional in their programs and interventions, instead of contributing concrete public policies. With young people whose jobs are increasingly precarious. With an aging population. Loneliness, infantilization and the numbness of democratic societies are the evils of our time. Technology threatens to enter every facet of our lives.
Is society more polarized or is it asleep? Have they drugged her? Do they have it so saturated with banal and sterile entertainment that it is already unable to react, even in the face of the greatest outrages?.
. The globalization
This new globalization brought with it the loss of local referents, the disorganization of society and the lack of its own identity, at least in a good part of the countries. It favored the sharing of common values and made it possible for people, businesses or ideas to travel around the world.
. post-truth
This distortion makes objective facts less influential in public opinion than emotions and personal beliefs.
It arises from the distrust towards some elites that have not been able to respond to the dizzying changes that society has undergone.
. Media manipulation
The existence of more media, and even the advent of social networks, does not imply that there is a greater diversity of content, nor that citizens
we are better informed. To a large extent, it has only served to convince us of intentional messages, due to the mere fact that they are transmitted, almost traced, by many more channels.
. technological progress
Among the numerous technological advances in recent years, there is one that has substantially modified society: the cyberspace field, specifically the Internet. This undoubted technological leap has enabled the emergence of a delocalized society that cannot be controlled by the States, at least in theory. The universality and immediacy of communications, together with the powerful and omnipresent social networks, condition human perceptions and distort decision-making dynamics. Internet has become the fifth power.
Many of the social problems we face are linked to a phenomenon that some authors have been warning about for some time: the infantilization of the West.
This context of infantilization of society, of therapeutic culture and the avoidance of individual responsibilities contributes to a society of fear, in which impulse predominates over reason, and affects all social classes.
Four traits in this infantilization of the West. Faced with an aging society, adolescent traits prevail: impulses dominate reflection; the image takes precedence over ideas (also increasing narcissistic traits); rights prevail over duties; and the effort and self-improvement disappear. The first two are related to the interested manipulation of the society in which we live. Which brings us to the next question: why is it so easy to manipulate people? Because they appeal to our primitive brain, in such a way that an emotional state is created so intense that it completely clouds reason.
The main problems—current and future—facing the societies of most developed countries focus on demography, education and culture, growing inequality, the progressive elimination of critical thinking, and questioned judicial impartiality. Other circumstances related to them are added, such as loneliness, the proliferation of pets, the future of food and drug abuse.
One of the most serious problems facing society today is loneliness, both because life expectancy increases and because of a tendency towards individualism, caused in part by the break with classic family entities. The economic bonanza has also favored to a certain extent the bankruptcy of family groups, since before it was common to coexist in the same home, while now —despite the increase in the cost of housing— the dynamic leads to moving away from the family nucleus. Likewise, the massive incorporation of women into the workplace also makes it difficult to care for the elderly, which used to fall to them before, a task now mainly relegated to specific centers for the elderly.
The concept of loneliness does not only refer to the lack of physical contact. It can also be felt when you are surrounded by people, since loneliness is also a state of mind.
Citizens are fed up with the current political system. We urgently need and demand change. But not a mere make-up, nor mirages like the false promises of the recently arrived parties. We want a new political model, a profound transformation.
A large percentage of the population —more than half in the Spanish case— thinks that the system needs to be completely reformed or, at the very least, that it requires major changes. Only in countries like New Zealand, Canada, Sweden and Australia are citizens generally comfortable with the current system.
One of the consequences of widespread social discouragement is mistrust in traditional political parties. It is not surprising, then, that both one and the other -no one is spared- generate constant scandals, either due to cases of corruption, or for other reasons such as abuse of power, interference in the
Justice, nepotism, prevarication or any other figure. They are so many and so frequent that we have almost gotten used to them and we do not give them the importance we should, perhaps because we do not live in a true democratic system, as would be typical of a sovereign, alert and demanding citizenry.
In recent years, this situation has resulted in the rise of populism, characterized by widespread discredit and distrust among the population towards professional politicians, intellectual elites and the institutions of liberal democracies. Not to mention international institutions, starting with the European ones.
The most well-known meaning of NWO alludes to a presumed global elite — made up of rulers, powerful people, and large business groups — with a plan for full international dominance. The underlying idea revolves around that the planetary population would be subject to a global centralized government, which would monitor and control each and every one of the inhabitants of the Earth, but from which there would be no possibility of demanding any responsibility or the least transparency. The covid-19 pandemic has accentuated these approaches, circulating the names of organizations and people who could be behind this NOM, such as Bill Gates and the billionaire American investor and philanthropist George Soros. To achieve this goal of absolute dominance, one of the means would be «The Great Reset», proposed by the WEF, also known as the Davos Forum, and which should take place after the pandemic, completely transforming the current socioeconomic and political model. This is also related, to a large extent, to the so-called 2030 Agenda.
The World Economic Forum (WEF) is a non-governmental organization that annually holds in Davos (Switzerland) —hence the name by which it is known— a series of informal debates on international affairs. Politicians, academics, activists and businessmen go there, but they are not chosen to decide on these global issues, at least in theory. There is a clear deficit of representation that its detractors use to prop up the theories of the Government of the elites or the New World Order.
What they are after with this «Great Reset» is to renew the social contract based on the dignity of the human being. To do this, they propose promoting fiscal stimuli to reactivate the economy and use new variables that serve to measure the economic capacity of countries, taking into account the division of wealth and the quality of life of individuals. As we have already mentioned, they also want to align with the 2030 Agenda in terms of sustainable development, urging companies to commit to the environment.
This stakeholder capitalism is in line with the green, sustainable, and social capitalism advocated by BlackRock, Warren Buffett, Bill Gates, and other big names in the financial world.
In short, a context is intended in which customers choose who to buy from not only for the product itself, but also for the social and ecological values of the company that sells it. «Body positive», «without animal abuse», «environmentally friendly», «100% recyclable», «ecological origin», are just some of the labels that accompany products of all kinds, as one more marketing campaign . And of that, marketing, it has a lot, too much, as companies well know, which have had to adapt, sometimes at a high cost that no one compensates them, to try to continue selling in this new imposed framework, even though on many occasions don’t fully understand it.
Perhaps this turn in the economic sector restores confidence in society. A trust eroded by the lack of dialogue, transparency and representation in politics. Or maybe it’s just a facelift of the same system.
The great promise of digitalization and the electronic transition was that new types of jobs would be created in exchange for all those that were going to be lost. For the moment, the losses have been seen, but the new jobs have not just appeared, at least not in a massive way. Some of the few that have appeared are as unique as Minecraft gardener (a video game), avatar trainer (a player who dedicates himself to improving the character of another player who does not have time for it), streamer (digital content broadcaster on real time), e-sports player (digital athlete), drone mechanic and Amazon delivery man. In many cases, these jobs have in common their low qualification, their very scarce current offer and, in most cases, their precariousness and absolute temporary nature. With these examples, presented with the greatest respect to the workers who perform these functions, we want to show that, in many cases, they are overqualified people for these tasks, as is the case with food delivery workers. Which is still very frustrating and demotivating.
The ecological transition will also be a problem for the world of work. Some of the major automakers assume that there will be 30% less work as they transition to electrification, as well as a four-year wage freeze. We will experience a big problem with the unemployment that will be associated with it.
When establishing a UBI (Universal Basic Income), one of the first problems that arise is to define precisely what are the real minimum needs of a person or a family depending on the number of its members. Otherwise it is difficult, if not impossible, to attend to this social duty.
A UBI would demand in parallel the obligatory nature of social work. Today, thanks to technology, almost anyone can contribute something to society, even without leaving their home or getting up from their chair. Much can be contributed to society through all kinds of services, from caring for the elderly or disabled and paying attention to others who live alone, to doing environmental work.
Today, taxes are justified by the fact that they serve to maintain the public administration and guarantee minimum services, which obey the principle of equality for all citizens. However, as occurs with crises, the need for a paradigm shift and an economic model that allows putting the citizen at the center is evident, guaranteeing their professional and personal development, allowing them greater freedom in the provision and use of their patrimony, without harming said minimum services that must be guaranteed in the welfare state. Do we pay a lot of taxes? Is a reduction or better management necessary?…
It is often said that Spain is a country with little fiscal pressure compared to the European average. But if high unemployment and the submerged economy are taken into account, it becomes identical to the EU average. And if the amount collected is adjusted to income levels, the resulting tax effort is almost 7% higher in Spain than in the rest of the Union. On the other hand, the regional fiscal harmonization that is sought within Spain, far from correcting inequalities, serves to encourage bad practices, since the more inefficient and worse the result is the management of an autonomous government, the more transfers it receives. In addition, it eliminates freedom and undermines the autonomous system itself, which is based precisely on each autonomous community being able to choose the tax model that it considers most convenient for its territory. There are regions such as Madrid that, despite receiving criticism for political reasons, are the ones that most closely resemble existing good practices in Europe, with personal income tax similar to the community average, the abolition of wealth tax and the reduction of inheritance tax.
The growing inequality that exists in Western societies is marked by the digital divide. Nowadays, it is necessary to have a digital certificate to carry out any procedure in the town halls or many other public institutions. Spheres of politics, society and the economy have been digitized almost overnight. The covid-19 pandemic has been a turning point in these changes, because, although they would have been incorporated into our lives in the long run, a large part of the population was still not ready to assume them so suddenly.
In recent years, technology has occupied every aspect of our lives, making it almost impossible to live without all that it brings us. Its unstoppable progress imposes an increase in the need for policies designed to protect the user against its development.
In this context, the feeling that technology governs our lives is growing, which is why the currents that deny its use are also increasing. There are those who believe that, in the future, confrontations will take place between people who live by and for technology and those who reject it. Those who turn their backs on technological advances will be known as «neo-Luddites», in reference to the so-called «Luddites», those first English artisans who resisted the arrival of machines during the First Industrial Revolution, destroying textile machinery. as a sign of protest at the degradation of their working conditions.
Blockchain, the most popular Distributed Ledger Technology (DLT), is what makes the well-known virtual currency Bitcoin possible, although it has many other non-cryptocurrency applications (health, security, public services, etc.).
This DLT is decisive in the new direction of the Internet, due to the importance of the fact that user data will no longer be stored and managed on servers of certain companies, but in a collaborative network of users, in charge of verifying the information. . It is a model similar to the one used in peer learning, based on constructivism, where students interact to achieve educational objectives through self-organization and collaborative learning. Undoubtedly, the most revolutionary thing about all this is that network users will not need intermediaries to carry out transactions. Outside the internet, in the face-to-face world, the blockchain will also generate great changes from its digital environment, affecting traditional registry entities such as commercial or property registries, notaries and real estate agents, among many others.
Monitoring the metaverse—its contents, interactions, and actions—would be like putting a camera on every corner of a city and having a legion of operators to monitor them in real time or after the event. Other obvious risks include:
1) Infringement of copyright. Non-auditable dynamic and changing virtual scenarios will be used for the unauthorized use of trademarks and intellectual property works. Works and designs will be exploited without possible control.
2) Scams. Different ways to force subscription, impulse buying and one-click charges will be common. In the early days of the app stores, subscriptions to applications and additional purchases already generated serious problems for credit card charges. In general, many of the crimes that are committed in the real world will have their mirror in the virtual one. Criminals are not going to miss the opportunity to profit from this new environment, so they will manage to commit their crimes.
3) Identity theft. The cloning and impersonation of profiles, already overwhelmed in social networks, will be common in the metaverse. The same problems and limitations will be maintained to maintain and regulate the problem.
4) Insults, slander and threats. Transgressions related to false accusations, insults and intimidation will be increased, to the extent that conversations cannot be audited because they will be private and the secrecy of communications and freedom of expression will be maintained.
5) Disinformation. News shaping will become a continuous clickbait, a cyber bait to trap recipients with misleading and manipulated information. Fake news will have fertile ground to proliferate and become visible.
6) Neuromanipulation. The 3D environment will allow the establishment and maintenance of an ideal visual stimulation system to impact the user’s psyche.
7) Personal data. In a deregulated service, like the current social networks, all the data —personal, health, tastes, customs and searches— will be stored. Meta’s AI will deliver, on par with Google, business propositions in every corner of the metaverse.
8) Harassment. Digital harassment will be staged differently, cornering and preventing users from moving freely. If we now think that we are being harassed on social networks, immersing ourselves in the metaverse will make it much worse for us. Fake avatars will be common, and very difficult, if not impossible, to spot. Together with bots, trolls and haters in greater numbers than in current social networks, the psychological problems of users will also grow.
9) Loneliness. Generated above all in children and adolescents, although extended to the entire population.
10) Positive discrimination. All the ideology of gender, race and environmentalism will be established as commonplace, normalizing social impacts like MeToo, BlackLivesMatters and the 2030 Agenda.
In short, we are facing a new paradigm of control over people’s lives, also exercised between them. Metacontrol, macro surveillance, beyond what has been known up to now, has arrived. There is no doubt that our digital identity marks and classifies us before others, affecting our existence, both in the virtual world and in the face-to-face world. Decades before the metaverse hit the headlines, before digitization and “digital enabling technologies” began to be talked about in popular terms, our digital identity was already taking shape. Our way of proceeding in cyberspace through Internet search engines, our personal and corporate profiles on social networks, our websites and messaging applications, the sites we visit on the World Wide Web, the data we we publish and the forms we fill in, the contacts we manage online… all of this identifies and defines us.
At the beginning of this 21st century, the United States was the country that spent the most on R&D, some 270,000 million dollars in current purchasing power parity, followed by the EU, with about 180,000 million dollars. At that time, China barely invested 33,000 million. Currently, it already invests practically the same as the United States.
In the all-important field of technology, the policy known as Go Global propelled some of the best-positioned Chinese companies in cutting-edge technology fields, such as Huawei and ZTE, to compete in international markets beginning in 1999. From 1970 to 2000 The United States, Japan and Germany, in this order, filed almost two thirds of world patents with the World Intellectual Property Organization (WIPO), dependent on the United Nations. The rest were basically submitted by other Western countries. At that time, China barely had 1%; in 2020 their patent applications accounted for 45.7% of the world total.
Obviously, one possibility would be for the United States to agree to share world power, which it has enjoyed so comfortably since 1991, with its great opponent, China. But this option seems rather remote, since nothing similar has ever happened throughout history. In these same situations, the dominant powers have made every effort to maintain their pre-eminence.
For the good of all Humanity, hopefully the leaders of both nations apply common sense and can reach beneficial agreements for all, in which peace prevails and human security is prioritized over any other private interest.
The new generations will require other skills. We have to prepare them for the future and not for our past.
In the search for attractive values for the student and necessary for the future, the main pedagogues suggest that schools should devote themselves to teaching the four basic skills: critical thinking, communication, collaboration and creativity. We know what we want or need, now it remains to update the curricula and teach with our eyes set on the future, with a clear and strategic vision, each one contributing the maximum within their area of responsibility.
The growing role of robots and automation will change society, as we are already beginning to glimpse. We will have to get used to witnessing scenes that we had considered dystopian. We are in the phase of the end of the traditional approach to work, in a society in which a robot performs the mechanical part that one or several humans used to do, where we can continue supporting those most in need through mobile phones or with a donation through Bizum , a hyperconnected world. What also requires finding solutions to adapt and empower the human being.
1) The post-pandemic era will usher in a period of massive redistribution of wealth, from rich to poor and from capital to labor. (This is one of the key points of this «Great Reset». Although in theory it would be something desirable, in practice it will be much more complicated. To begin with, it would be necessary to specify who is going to be considered «rich». We have already commented that The truly rich will always look for formulas to avoid contributing to society the same thing that the middle classes do, to the point of exhaustion.
As for everything else, it will be necessary to see its detailed application, to conclude if it is really positive for society.)
2) It is urged to democratically adopt a planned economy, but adaptable, sustainable and with a progressive and equitable reduction of production, guiding towards a future where we can live better with less. (This ties into the great phrase of this process: «You will have nothing and you will be happy».)
3) Happiness depends more on intangible factors such as accessibility to health care and a robust social fabric. (They even dare to tell us what happiness consists of. As if for each person it did not reside in different aspects, in some cases radically different. In addition, they forget that happiness is an internal state, which does not have to be directly related to material aspects , even though they are so essential for people such as health, education and social support, they ignore the fact that there are human beings who live with very little and, instead, they consider themselves much happier than those others who, living in very advanced countries or cities, feel lonely, sad and depressed.)
4) It is likely that covid-19 heralds the death of neoliberalism. (More than this possibility, it gives the impression that this is a priority objective of the «Great Reset», which seeks to implant a system closer to a classic socialism / communism than anything else.)
It seems the exact script of what is being applied in many countries, especially those with progressive governments, which do not have to think much, because they are giving everything done. They only have to follow to the letter the instructions of this globalist movement, of this «Great Reset», linking perfectly with the postulates of the 2030 Agenda.
Political leaders such as the current president of the United States, Joe Biden, that of Canada, Justin Trudeau, and that of France, Emmanuel Macron, support the Great Reset.
In some anti-global groups, especially from conspiracy theories that emerged on the anonymous website 4chan and which are now known as QAnon, it is claimed that the Great Reset is a strategy to promote the implantation of microchips in people, with the purpose of controlling them; that vaccines against covid-19 are a farce, because such a disease «does not exist»; and even that a very powerful pedophile network, against which former President Donald Trump would have fought, controls the United States.
This aspect is also used to discredit those who oppose the 2030 Agenda.
The SDGs are born with controversy and develop with obvious ups and downs. Its most problematic a priori characteristics are the following:
1) These objectives are practically impossible to achieve, due to the manifest difficulty of knowing quantitatively and qualitatively if they have been achieved.
2) Inability of a good part of the countries that want to develop them to measure the degree of application of the achievements.
3) The SDGs are «indicative», rather than a response to effective programmatic political planning. The use of verb forms that are too open implies that, for the most part, they will not be able to be achieved.
4) It is incoherent to want to end poverty in the world and seek better management of countries’ GDP from economic policy, at the same time that international prosecution of tax fraud is blocked.
5) The weight of transnational corporations and financial capital in promoting the SDGs is enormous, making it difficult to develop them at a historical moment in which traditional welfare states are being dismantled. To this must be added the progressive process of financialization of global economies.
6) That the SDNS, among others, is one of the institutions that monitor, through reports, compliance with the SDGs is «putting the fox in charge of the chickens».
7) The SDGs also seem to follow a globalist political agenda, as far as ideas are concerned, although the globalism label is obscure and confusing to us, and those who use it pejoratively tend to ideas and conspiracy theories that are very difficult to demonstrate. . What is certain is that the financing of institutions such as the Open Society —widely demonstrated in a reliable way, since the large number of various entities that receive it have no qualms about publicizing it, in most cases— indicates that the SDGs are going in the line of the idea of «open society» of Karl Popper (1902-1994) and George Soros.
It is not possible to accurately anticipate the evolution that the SDGs, the 2030 Agenda, may have in the immediate future, and even less in the long term. However, everything indicates that they will not be achieved in their vast majority, and even less in their entirety, by the scheduled date.
Political marketing has become a source of degradation of politics. It implies the reification of individuals. It can be said that it is the “decoy policy”. From «political fiction» we move to «political management». Illusion is used as a spring for manipulation and a strategy for attracting citizen support in electoral processes. The sociology of the voter is misused. Charm and social disenchantment are managed to favor the leader. It takes advantage of people’s need to believe in impossible promises in order to survive the disappointment of the unattainable and perverse materialistic goal that drives societies.
In the end, the only way to escape this future is through smart collaboration. Learning through others and strengthening our capacities through a
education based on values, since only then can we overcome what awaits us. But that only depends on us, since we are the only ones who have the power to achieve it.
1) Human beings are a species in constant evolution. However, let us always make the best of us prevail, creating a friendly and sustainable living environment, both in person and online. Let’s not let evolution turn backwards.
2) We must not forget that technologies are instruments at our service, and their greatest utility is to help us evolve, making us increasingly free, no longer slaves or dependents. If any theoretical technological advance does not make our lives more bearable, does not make us happier, let us discard it immediately.
3) The AI is not comparable with the natural one, it is just a crude replica, no matter how much it gets better. If we invested in the development of our natural capacities a minimum part of what we invest in the artificial ones, these would be meaningless. But we have to develop natural abilities on a personal level. Governments cannot do it for us, much less supranational entities. Human intelligence still has a long way to go.
4) Avoiding problems does not solve them. On the contrary, it makes them stronger. If the metaverse is an escape from face-to-face to virtual reality, it will only be the mirror in which our miseries are reflected and grow, as well as our virtues. Let the latter prevail. And above all, let’s not get carried away by fashions that only pursue economic and social domain goals.
5) There is another «universe» beyond our physical existence, and it is within us. Personal introspection, as well as the search, location and application of the best values and principles that exist in each individual, is the best way to achieve collective well-being. Technology can help us in some aspects, such as enjoying more free time, if we know how to use it properly. But it is not the key to that personal search.
6) Our comfort makes the material come before the spiritual, also the mental. Which does not mean that matter is stronger and more durable, on the contrary. While the materials wear out with the passage of time and the permanent blows of adversities, the spirit grows and strengthens in the face of them, achieving great personal and collective feats, sometimes even pleasantly surprising us due to the unexpected.
7) That we play at being God does not make us him, far from it. Let us be prudent with our aspirations so that we are not sucked into ostracism or made to disappear under a blanket of insatiable technology. Let’s not lose our soul or our essence as people.
8) We live in a permanent metamorphosis because that is what the evolution of the human species and the societies it forms consists of. Change is good, sometimes because it favors us and other times because it gives us the opportunity to assume and learn to improve. But we must know how to manage it properly, with a strategic and clear vision of where we want to go.
9) Uncertainty is inherent to change and should not disturb us beyond what is reasonable, since without change there is no evolution, the main purpose of existence. Not advancing on the path of perfection is going backwards. So we should not be averse to the changes proposed by science or our own nature. You just have to submit them to the filter of common sense before adopting or rejecting them. Also respecting that others act differently, as long as their behavior does not threaten the freedom of their peers, for which we must be very attentive. As for any other aspect of life, prudence must be imposed, although in this case it must be maximum.
10) Nothing and no one should or can lead us to a territory where we do not want to go, or force us to stay in it if we do not feel that it is our place. We must remain attentive to the brilliant lures that show us a better world, more aseptic, but also more inhumane. It is very likely that it is just another ruse to exercise greater control over us, make us lose what little privacy we have left, and even penetrate our thoughts, the last redoubt of freedom.
* SDG: Sustainable Development Goals.
Books from the author commented in the blog:
David, earth planet , knopfler and a humble man 