El Planeta Inhóspito. La Vida Después Del Calentamiento — David Wallace-Wells / The Uninhabitable Earth: Life After Warming by David Wallace-Wells

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Probablemente un libro que todos en este planeta deberían leer, pero probablemente no lo harán. Parece que podemos esperar: muerte por calor, hambre, ahogamiento, incendios forestales, huracanes, tornados, sequía, falta de agua dulce, océanos moribundos, aumento de los niveles oceánicos, pérdida de hábitat, aire no respirable, colapso económico y guerras interminables. ¡Uf! No es de extrañar que me sienta deprimido. ¿Podemos detenerlo? Probablemente no. Estamos al comienzo de la Próxima Gran Extinción, a saber, Nosotros y los animales con los que compartimos esta atmósfera condenada. ¿Cuando va a suceder? Antes de lo que piensa, en la vida de su hijo recién nacido. Ya estamos comenzando a aceptar sequías e incendios forestales y tormentas que ocurren una vez cada cien años como la «nueva norma». ¿Podemos sobrevivir? Bueno, probablemente habrá pequeños lugares del planeta que serán habitables, pero también los sobrepoblaremos y arruinaremos. Entonces quizás no.

Wallace-Wells muestra con asombroso detalle cuán malo será el consumo global neoliberal = felicidad después de la fiesta, y qué tan pronto se encenderán las luces.
Actualmente estamos en calentamiento de 1 grado. Vamos a navegar pasando la barrera de 2 grados acordada por París (eso es solo un hecho). Si tenemos mucha suerte, podríamos estabilizarnos a 3-4 grados por encima de la línea de base (no hay garantías, ya que algunos bucles de retroalimentación mal entendidos podrían empujarnos significativamente más allá de este punto). Para dar un poco de contexto, recuerde que durante la última Edad de Hielo, cuando había capas de hielo de kilómetros de profundidad en Europa y América del Norte, la temperatura promedio era solo 3 grados más fría. Vamos a vivir un mundo al menos 3-4 grados más caliente.
En una bella prosa lírica, David Wallace-Wells expone el desastre global que se desarrolla y que es el cambio climático. Olvida lo que crees que sabes sobre este tema. Este es el libro sobre el calentamiento global que todos deberían leer, ahora mismo.
La gente es demasiado complaciente con el desastre que se está desarrollando y que inevitablemente arruinará la vida de todos nuestros hijos y nietos. Incluso si siente que no puede hacer nada, al menos tenga la dignidad de mirar el futuro claramente a los ojos. ¡Lee este libro!.

El libro de David Wallace-Wells es un martilleo despiadado para el lector, un golpe para despertar a los horrores del cambio climático. Es a la vez difícil y desagradable de leer. Dos tercios después, Wallace hace una pausa inesperada para decir: «Si has llegado hasta aquí, eres un lector valiente».
La estructura es lo suficientemente simple. Wallace divide el planeta en 12 plagas. Cada párrafo está repleto de hechos y citas relacionadas con ese aspecto. Los 12 son: muerte por calor, hambre, ahogamiento, incendios forestales, desastres naturales que ya no son naturales, drenaje de agua dulce, océanos moribundos, aire no respirable, plagas de calentamiento, colapso económico, conflicto climático y «sistemas». Los agrupa bajo la Parte 1: Elementos del Caos. Creo que son plagas, en el sentido bíblico.

El libro es un compendio del conocimiento por ahí. La propia carrera de Wallace se centra en el cambio climático, y él tiene todas las fuentes y recursos a su disposición. Se muestra claramente en el soplo de datos que utiliza. Y todos están conectados, con bucles de retroalimentación y efectos secundarios que pueden magnificar una mala situación en un desastre. Wallace aclara esas conexiones.
Durante mucho tiempo he sostenido que la forma más fácil de ver la respuesta de la Tierra al Hombre es pensar en un perro mojado. Se sacude violentamente, arrojando las molestas gotas en todas las direcciones. Luego se apaga y se rasca, y finalmente se seca y reanuda su vida. La Tierra sacudirá los efectos del Hombre, pero los océanos tardarán 100.000 años en restablecerse, y otros 100 millones de años para que se forme una nueva vida. Mientras tanto, todo se borrará. Ese es el verdadero precio de la Revolución Industrial. Y como Wallace muestra en varios lugares, literalmente todo el dinero del mundo no es suficiente para arreglarlo.
Aunque esto ha estado ocurriendo durante mucho tiempo, realmente despegó solo en nuestra vida. La mitad del carbono en el aire fue puesto allí en los últimos 25 años, dice. El aumento de las temperaturas ha llevado a los cinco años más cálidos de la historia, solo en este corto siglo. La intensidad de la aceleración de la contaminación, invisible como la mayor parte por ahora, es impresionante. Literalmente.

Y no tenemos que esperar para ver los efectos. Wallace dice que las muertes por contaminación del aire actualmente son de siete millones por año, más que el Holocausto, cada año. Con un aumento de dos grados en la temperatura, eso eventualmente alcanzará los 150 millones al año más de lo que sería a 1.5 grados.
-21 ciudades indias esperan haber consumido todas sus aguas subterráneas en los próximos dos años.
-Apenas la enfermedad de Lyme estadounidense ahora está activa y en aumento en Europa, Japón, Turquía y Corea, por lo que la malaria se extenderá por toda América del Norte a medida que se calienta. Las antiguas enfermedades congeladas en la tundra ártica reanudarán su conquista. Esto ya ha sucedido.
-La minería Bitcoin sin sentido consume más electricidad de la que pueden proporcionar todos los paneles solares en el mundo. Para eso no era solar. Dicho de otra manera, la minería de Bitcoin produce tanta contaminación como un millón de vuelos transatlánticos.
-Las ciudades absorben tanto calor que en realidad pueden elevar las temperaturas nocturnas hasta 22 grados Fahrenheit. Esto significa que cuando es 130 durante el día, es posible que no caiga por debajo de 130 por la noche.
-La temperatura funcional ideal es de aproximadamente 13C o 57F. Cada grado que el planeta se calienta sobre donde estamos ahora reduce la capacidad, la producción, los nutrientes, la disponibilidad y la productividad humana en varios por ciento. Hasta que no quede nada para reducir. La construcción ya se detiene en verano, ya que hace demasiado calor para que los hombres trabajen y el asfalto se derrite. La humanidad simplemente no puede sobrevivir al aire libre con 120 grados de calor.
-Cuando el carbono llena el aire, el contenido de proteínas y nutrientes de cada planta cae, actualmente un tercio. Cuando las plantas se vuelven inútiles nutricionalmente, la mayoría de los demás seres vivos morirán.
-Al 2030, Arabia Saudita consumirá más energía en el aire acondicionado del desierto que la que produce en el petróleo. Y por lo tanto agregue mucho más calor.

El último tercio del libro es un poco de alivio, citando a otras personas sobre sus interpretaciones, teorías, expectativas y temores. Pero no necesariamente hechos nuevos, lo que proporciona el alivio, tal como es.
He leído tanto en este campo que reconocí a muchos de los autores, hechos y citas. Es un terreno tristemente familiar para mí. Wallace eligió buenas, con puntos importantes que hacer, cumpliendo mis propias expectativas mientras leía. En otras palabras, lo hizo bien. Esto es lo que enfrentamos. Si está buscando una comprensión de lo que sabemos en este momento, no lo hará mejor que La tierra inhabitable.
La mejor esperanza que tenemos, y la máxima en la que confiamos claramente, es que nada resulta como aparece por primera vez. No es forma de manejar un planeta.

La Tierra ha experimentado cinco extinciones masivas antes de la que estamos viviendo hoy, cada una de las cuales supuso un borrado tan completo del registro fósil que funcionó como un reinicio evolutivo; el árbol filogenético del planeta se expandió y se contrajo a intervalos, como un pulmón: un 86 por ciento de las especies murieron hace 450 millones de años; 70 millones de años después, un 75 por ciento; 125 millones de años más tarde, un 96 por ciento; transcurridos otros 50 millones de años, el 80 por ciento; y 135 millones después, de nuevo el 75 por ciento.
Mucha gente percibe el calentamiento global como una especie de deuda moral y económica, acumulada desde el comienzo de la Revolución industrial y que vence ahora, al cabo de varios siglos. De hecho, más de la mitad del CO2 expulsado a la atmósfera debido a la quema de combustibles fósiles se ha emitido en las tres últimas décadas. Lo que significa que hemos infligido más daño al devenir del planeta y a su capacidad para soportar la vida y la civilización humanas desde que Al Gore publicó su primer libro sobre el clima que en todos los siglos —todos los milenios— anteriores. Naciones Unidas estableció su marco sobre cambio climático en 1992, y al hacerlo dio a conocer inequívocamente el consenso científico al mundo entero, lo que significa que ya hemos generado tanta devastación a sabiendas como en nuestra ignorancia. El calentamiento global puede parecer una fábula que se desarrolla a lo largo de varios siglos e infligirá un castigo propio del Antiguo Testamento a los tataranietos de los responsables…

Si leemos sobre el calentamiento, nos toparemos a menudo con analogías referentes al registro planetario, una lógica según la cual la última vez que el planeta estuvo a una temperatura tan alta, los niveles del mar llegaban hasta cierto punto. Estas condiciones no son una coincidencia. El mar tenía ese nivel en gran medida porque la temperatura del planeta era así de alta, y el registro geológico es el mejor modelo de que disponemos para entender el sistema climático en toda su complejidad y para calibrar la dimensión de los daños que provocaría un aumento de dos, cuatro o seis grados. Por este motivo, es especialmente preocupante que las investigaciones recientes sobre la historia profunda del planeta indiquen que nuestros modelos climáticos actuales podrían estar subestimando hasta en la mitad la magnitud del calentamiento que cabe esperar de aquí a 2100. Dicho de otro modo: las temperaturas podrían aumentar, en última instancia, hasta el doble de lo que el IPCC predice. Aunque alcanzásemos nuestros objetivos de emisiones de París, aún podríamos tener un calentamiento de cuatro grados, lo que implicaría un Sáhara verde, y que los bosques tropicales del planeta acabasen convertidos en una sabana asolada por incendios.
Es tentador ver esta sucesión de desastres y pensar: el cambio climático ha llegado. Una respuesta al ver que finalmente se dan sucesos que se venían prediciendo desde hacía mucho tiempo pasa por sentir que hemos entrado en una nueva era, en la que todo ha cambiado. De hecho, así fue como el gobernador de California, Jerry Brown, describió la situación por primera vez en pleno desastre de los incendios: «una nueva normalidad».

Es poco probable que alcancemos cinco o seis grados más en 2100. El IPCC nos ofrece una predicción media de más de cuatro grados si continuamos por la senda de emisiones actual. Lo cual tendría efectos que hoy consideraríamos inimaginables: incendios forestales que abrasarían dieciséis veces más extensión de terreno en el oeste estadounidense, centenares de regiones cubiertas por las aguas. Ciudades que ahora albergan a millones de personas, desde India hasta Oriente Próximo, alcanzarían temperaturas tales que salir a la calle en verano conllevaría un riesgo mortal. De hecho, eso sucederá mucho antes; basta con que se alcancen los dos grados de calentamiento. No hace falta considerar los escenarios más pesimistas para alarmarse.
En teoría, el cambio climático podría incluso invertir el sentido de esas migraciones, quizá de una manera más absoluta de lo que la delincuencia lo hizo con muchas ciudades estadounidenses en el siglo pasado, y, en algunas zonas del mundo, podría expulsar a las poblaciones urbanas al volver intolerables las ciudades. Con el calor, el pavimento de las calles se derretirá, y las vías de tren se combarán. De hecho, esto es algo que ya está sucediendo, pero cuyos efectos se multiplicarán por doquier en las décadas venideras. Actualmente, hay 354 grandes ciudades con temperaturas estivales máximas de 35 grados centígrados o más de media. En 2050, esa lista podría llegar hasta las 970, y la cantidad de personas que viven en esas ciudades y están expuestas a ese calor mortífero podría multiplicarse por ocho, hasta alcanzar los 1.600 millones. Solo en Estados Unidos, desde 1992 70.000 trabajadores han sufrido daños graves debido al calor, se espera que para 2050 haya 255.000 muertes en todo el mundo por sus efectos directos.
La producción mundial de alimentos ya supone alrededor de un tercio de todas las emisiones. Greenpeace ha estimado que, para evitar un cambio climático peligroso, el mundo debe reducir a la mitad su consumo de carne y lácteos antes de 2050. Todo lo que sabemos sobre lo que ocurre cuando los países se enriquecen sugiere que esto será prácticamente imposible. Y renunciar a la leche es una cosa; renunciar a la electrificación barata, la cultura del automóvil, o las dietas ricas en proteínas a las que los ricos recurren para mantenerse delgados es pedir mucho.
Las precipitaciones son algo muy difícil de modelizar en detalle, pero las predicciones al respecto para más entrado el siglo son prácticamente unánimes: habrá sequías inauditas y lluvias torrenciales inauditas. En 2080, de no producirse una drástica reducción de las emisiones, el sur de Europa vivirá en una sequía extrema permanente, mucho peor de lo que fue jamás la del Dust Bowl estadounidense. Lo mismo sucederá en Irak y Siria, y en gran parte del resto de Oriente Próximo; en algunas de las zonas más densamente pobladas de Australia, África y América Latina; y en las regiones agrícolas de China. Ninguno de estos lugares, que en la actualidad producen buena parte de los alimentos a escala mundial, seguirían siendo entonces fuentes fiables.

En 2018, un equipo liderado por Chunwu Zhu analizó el contenido proteico de dieciocho variedades distintas de arroz, el cultivo esencial para más de 2.000 millones de personas, y descubrió que un aumento del dióxido de carbono en el aire producía una degradación nutricional generalizada: una reducción en la proporción de proteínas, así como de hierro, zinc y vitaminas B1, B2, B5 y B9. De hecho, todo salvo la vitamina E. Como conclusión general, los investigadores descubrieron que, con sus efectos sobre un único cultivo, el arroz, las emisiones de CO2 podrían poner en peligro la salud de 600 millones de personas.
En siglos pasados, se alzaron imperios sobre ese cultivo. El cambio climático promete levantar otro imperio: uno de hambruna, erigido entre los pobres de todo el planeta.

Todo el cambio climático se rige por la incertidumbre, sobre todo la que rodea la acción humana: qué medidas se tomarán, y cuándo, para evitar la drástica transformación que experimentará la vida sobre el planeta de no producirse una acción radical. Cada una de nuestras previsiones, de la más despreocupada a la más extrema, está tan envuelta en dudas, a consecuencia de tantas estimaciones y tantas suposiciones, que sería insensato confiar en ninguna de ellas con los ojos cerrados.
Pero la subida del nivel del mar es diferente, porque, además del misterio principal de la respuesta humana, incorpora una capa de ignorancia epistemológica mucho más gruesa que cualquier otro aspecto de la ciencia que estudia el cambio climático, con excepción quizá de la formación de nubes. Cuando el agua se calienta, se expande; eso lo sabemos. Pero la ruptura del hielo representa una física casi completamente nueva, que no se había observado nunca antes en la historia de la humanidad, y de la que, por tanto, tenemos una comprensión muy limitada.
Como con todo lo relacionado con el cambio climático, la desaparición del hielo del planeta no ocurrirá de forma aislada, y los científicos aún no entienden por completo a qué efectos en cascada exactamente darán lugar tales colapsos. Algo que preocupa mucho es el metano, en especial el que podría liberarse con el deshielo del Ártico, donde el permafrost contiene hasta 1,8 billones de toneladas de carbono, una cantidad muy superior a la que se encuentra actualmente suspendida en la atmósfera terrestre. Cuando se deshiele, parte del carbono se evaporará en forma de metano, que es, dependiendo de cómo se mida, un gas de efecto invernadero al menos varias decenas de veces más potente que el dióxido de carbono.
Manaos, la capital de la Amazonia brasileña, no solo estaría junto al mar, sino bajo sus aguas, lo mismo que sucedería con Buenos Aires y con la mayor ciudad del interior de Paraguay, Asunción, que actualmente está a más de 800 kilómetros del océano. En Europa, además de Londres, Dublín también estaría sumergida, junto con Bruselas, Amsterdam, Copenhague, Estocolmo, Riga, Helsinki y San Petersburgo. Estambul se inundaría, y el mar Negro y el Mediterráneo se unirían. En Asia, podríamos olvidarnos de las ciudades costeras de Doha, Dubái, Karachi, Calcuta y Bombay (por nombrar unas pocas), y podríamos seguir el rastro de metrópolis sumergidas desde lo que hoy es una zona próxima al desierto, en Bagdad, sin parar hasta Pekín, que ahora está a 160 kilómetros del mar.
Esa subida de 80 metros es, en último término, el límite, pero es bastante posible que acabemos llegando a esa situación. Sencillamente, los gases de efecto invernadero actúan en una escala temporal demasiado tarde para evitarlo. Quizás tarde 1000 años pero es posible mucho antes. Lo evidente es que 600 millones de personas viven a menos de 9 metros sobre el nivel del mar.

Los incendios forestales no son una desgracia únicamente estadounidense; son una pandemia global. En la helada Groenlandia, parece que en 2017 se quemó una superficie diez veces mayor que en 2014; en Suecia, en 2018, los bosques en el círculo ártico ardieron en llamas. Los incendios que se producen tan al norte pueden parecer inocuos, en términos relativos, ya que en esas zonas hay poca población, pero están aumentando más rápido que en otras latitudes, y preocupan muchísimo a los climatólogos: el hollín y la ceniza que desprenden puede depositarse sobre las plataformas de hielo y ennegrecerlas, lo que a su vez hace que estas absorban una mayor proporción de los rayos solares y se fundan con más rapidez. En 2018, se declaró otro incendio en la frontera entre Rusia y Finlandia, y el humo procedente de los que hubo en Siberia durante ese verano acabó llegando a la zona continental de Estados Unidos.
Los efectos de estos incendios no son lineales ni pueden sumarse con facilidad. Quizá sea más preciso decir que inician un nuevo conjunto de ciclos biológicos.

El pánico en torno al plástico mantiene una extraña relación con el cambio climático, en el sentido de que parece alimentarse de premoniciones sobre la degradación del planeta al tiempo que se centra en algo que tiene bien poco que ver con el calentamiento global. Y es que las emisiones de CO2 no son lo único ligado al cambio climático. También lo están otros tipos de contaminación. Una de las relaciones es relativamente tenue: los plásticos son producto de actividades industriales que también generan sustancias contaminantes, incluido el dióxido de carbono. Una segunda relación es más directa pero, en este contexto, trivial: cuando los plásticos se degradan, liberan metano y etileno, otro potente gas de efecto invernadero.
Pero hay una tercera relación, mucho más aterradora, entre la contaminación distinta de la del carbono y la temperatura del planeta. No se trata del problema del plástico, sino de la «contaminación por aerosoles», el término que engloba cualquier tipo de partícula suspendida en la atmósfera. En realidad, las partículas de aerosol reducen la temperatura global, mayormente al reflejar la luz solar de vuelta hacia el espacio exterior. Dicho de otro modo: toda la contaminación que no es por carbono

El fatalismo tiene mucha fuerza en un tiempo de crisis ecológica. La amenaza del cambio climático es más absoluta que la de la bomba. Es también más generalizada. En un artículo científico de 2018, cuarenta y dos científicos de todo el mundo advirtieron de que, si las cosas siguen como si no pasara nada, ningún ecosistema está a salvo, y se producirán transformaciones «ubicuas y dramáticas» que excederán, en solo uno o dos siglos, la cantidad de cambios acumulados a lo largo de decenas de miles de años en los periodos más dramáticos de transformación en la historia de la Tierra. El cambio climático nos ofrece la imagen más estimulante, puesto que incluso su crueldad halaga nuestra sensación de poder, y al hacerlo convoca al mundo, al unísono, a entrar en acción. Al menos espero que así sea. Pero este es otro de los sentidos del caleidoscopio climático. Cada uno puede elegir su propia alegoría. Lo que no podemos escoger es el planeta, que es el único hogar que cualquiera de nosotros tendremos jamás.

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Probably a book everyone on this planet should read, but probably won’t. It seems we can look forward to: Heat death, hunger, drowning, wildfire, hurricanes, tornadoes, drought, lack of fresh water, dying oceans, rising ocean levels, loss of habitat, unbreathable air, economic collapse and endless wars. Phew! No wonder I’m feeling depressed. Can we stop it? Probably not. We are at the beginning of the Next Great Extinction – namely Us and the animals we share this doomed atmosphere with. When will it happen? Sooner than you think – in your newborn child’s lifetime. We already are starting to accept droughts and wildfires and once-in-a-hundred-years-storms as the “new norm”. Can we survive it? Well there’ll probably be small pockets of the planet left habitable, but we’ll overpopulate and ruin them too. So maybe not.

Wallace-Wells shows in stunning detail just how bad the global neo-liberal consumption=happiness after-party is going to be, and just how soon the lights are going to come on.
We are currently at 1-degree warming. We are going to sail pass the 2-degree barrier agreed upon by Paris (that’s just a fact). If we are really lucky we might stabilize at 3-4 degrees above baseline (there are no guarantees as some poorly understood feedback loops might push us significantly past this point). To give some context remember that during the last Ice Age—when there were kilometer deep ice sheets across Europe and North America—the average temperature was only 3 degrees colder. We are going to be living a World at least 3-4 degrees hotter.
In beautiful lyrical prose David Wallace-Wells lays out the unfolding global disaster that is climate change. Forget what you think you know about this topic. This is the book about global warming that everyone should read, right now.
People are way too complacent about the disaster that is unfolding and will inevitably blight all our children and grandchildren’s lives. Even if you feel you can’t do anything at least have the dignity to look the future clearly in the eyes. Read this book!

David Wallace-Wells’ book is a merciless hammering of the reader, a bludgeoning to wake up to the horrors of climate change. It is both hard and unpleasant to read. Two-thirds through, Wallace unexpectedly pauses to say “If you have made it this far, you are a brave reader.”
The structure is simple enough. Wallace divides the planet into 12 plagues. Every paragraph is jammed with facts and citations relating to that aspect. The 12 are: Heat Death, Hunger, Drowning, Wildfire, Disasters No Longer Natural, Freshwater Drain, Dying Oceans, Unbreathable Air, Plagues of Warming, Economic Collapse, Climate Conflict, and “Systems”. He groups them under Part 1: Elements of Chaos. I think they’re plagues, in the biblical sense.

The book is a compendium of the knowledge out there. Wallace’s own career focuses on climate change, and he has all the sources and resources at his command. It shows clearly in the breath of data he draws on. And they are all connected, with feedback loops and knock-on effects that can magnify a bad situation into a disaster. Wallace makes those connections clear.
I have long maintained that the easiest way to view the earth’s response to Man is to think of a wet dog. It shakes violently, flinging the annoying drops out in all directions. It then goes off and scratches itself all over, and eventually dries off and resumes its life. Earth will shake off the effects of Man, but it will take 100,000 years for the oceans alone to reset themselves, and another 100 million years for new life to take shape. In the mean time, everything will be erased. That is the true price of the Industrial Revolution. And as Wallace shows in several places, literally all the money in the world is not enough to fix it.
Although this has been coming for a long time, it really took off in just our lifetime. Fully half the carbon in the air was put there in just the last 25 years, he says. The rise in temperatures has led to the warmest five years in history – in just this short century. The intensity of the ramp up in pollution, invisible as most of it is for now, is breathtaking. Literally.

And we don’t have to wait to see the effects. Wallace says that deaths from air pollution are currently running at seven million per year – more than the Holocaust – every year. With a two degree rise in temperature, that will eventually hit 150 million a year more than it would at 1.5 degrees.
-21 Indian cities expect to have consumed all their groundwater in the next two years.
-Just as American Lyme disease is now active and increasing in Europe, Japan, Turkey and Korea, so malaria will spread all over North America as it warms. Ancient diseases frozen in arctic tundra will resume their conquest. This has already happened.
-Pointless Bitcoin mining consumes more electricity than all the solar panels in the world can provide. That’s not what solar was for. Put another way, Bitcoin mining produces as much pollution as a million transatlantic flights.
-Cities absorb so much heat, they can actually raise nighttime temperatures by as much as 22 Fahrenheit degrees. This means when it’s 130 during the day, it might not drop below 130 at night.
-Ideal functional temperature is about 13C or 57F. Every degree the planet warms over where we are now reduces capacity, production, nutrients, availability and human productivity by several percent. Until there is nothing left to reduce. Construction already stops in the summer, as it is too hot for men to work, and asphalt melts. Humanity simply cannot survive outdoors in 120 degree heat.
-As carbon fills the air, the protein and nutrient content of every plant drops, currently down a third. When plants become useless nutritionally, most other living things will die.
-By 2030, Saudi Arabia will be consuming more energy in air conditioning the desert than it produces in oil. And thereby add that much more heat to it.

The last third of the book is a bit of a relief, quoting other people on their interpretations, theories, expectations and fears. But not necessarily new facts, which provides the relief, such as it is.
I have read so much in this field that I recognized many of the authors, facts and quotes. It is sadly familiar ground to me. Wallace picked good ones, with important points to make, fulfilling my own expectations as I read. In other words, he got it right. This is what we face. If you’re looking for an understanding of what we know at this time, you won’t do better than The Uninhabitable Earth.
About the best hope we have, and the maxim on which we are clearly relying, is that nothing ever turns out the way it first appears. It’s no way to run a planet.

The Earth has experienced five mass extinctions before we are living today, each of which was such a complete erase of the fossil record that it functioned as an evolutionary restart; the phylogenetic tree of the planet expanded and contracted at intervals, like a lung: 86 percent of the species died 450 million years ago; 70 million years later, 75 percent; 125 million years later, 96 percent; after another 50 million years, 80 percent; and 135 million later, again 75 percent.
Many people perceive global warming as a kind of moral and economic debt, accumulated since the beginning of the Industrial Revolution and that expires now, after several centuries. In fact, more than half of the CO2 expelled into the atmosphere due to the burning of fossil fuels has been emitted in the last three decades. Which means that we have inflicted more damage on the future of the planet and its ability to support human life and civilization since Al Gore published his first book on the climate than in all centuries – all millennia – earlier. The United Nations established its framework on climate change in 1992, and in doing so unequivocally unveiled the scientific consensus to the entire world, which means that we have already generated as much devastation knowingly as in our ignorance. Global warming may seem like a fable that develops over several centuries and will inflict an Old Testament punishment on the great-great-grandchildren of those responsible …

If we read about warming, we will often encounter analogies regarding the planetary register, a logic according to which the last time the planet was at such a high temperature, sea levels reached a certain point. These conditions are not a coincidence. The sea had that level to a large extent because the planet’s temperature was that high, and the geological record is the best model we have to understand the climate system in all its complexity and to gauge the extent of the damage that an increase would cause of two, four or six degrees. For this reason, it is especially worrying that recent research on the deep history of the planet indicates that our current climate models could be underestimating by half the magnitude of warming that can be expected by 2100. In other words: temperatures could increase, ultimately, up to double what the IPCC predicts. Even if we reached our Paris emission targets, we could still have a four-degree warming, which would imply a green Sahara, and that the tropical forests of the planet would have become a savannah ravaged by fires.
It is tempting to see this succession of disasters and think: climate change has arrived. An answer to see that there are finally events that had been predicted for a long time to feel that we have entered a new era, in which everything has changed. In fact, this is how the governor of California, Jerry Brown, described the situation for the first time in the middle of the fire disaster: «a new normal».

It is unlikely that we will reach five or six more degrees in 2100. The IPCC offers us an average prediction of more than four degrees if we continue along the current emissions path. Which would have effects that today we would consider unimaginable: forest fires that would burn sixteen times more land in the American West, hundreds of regions covered by water. Cities that now house millions of people, from India to the Middle East, would reach temperatures such that going outside in summer would carry a mortal risk. In fact, that will happen much sooner; it is enough that the two degrees of heating are reached. It is not necessary to consider the most pessimistic scenarios to be alarmed.
In theory, climate change could even reverse the meaning of these migrations, perhaps in a more absolute way than crime did with many American cities in the last century, and, in some areas of the world, could expel populations urban by making cities intolerable. In the heat, the pavement of the streets will melt, and the train tracks will combine. In fact, this is something that is already happening, but whose effects will multiply everywhere in the coming decades. Currently, there are 354 large cities with maximum summer temperatures of 35 degrees Celsius or more on average. In 2050, that list could reach 970, and the number of people who live in those cities and are exposed to that deadly heat could be multiplied by eight, to reach 1.6 billion. In the United States alone, since 1992 70,000 workers have suffered serious damage due to heat, it is expected that by 2050 there will be 255,000 deaths worldwide due to its direct effects.
World food production already accounts for about a third of all emissions. Greenpeace has estimated that, in order to avoid dangerous climate change, the world must halve its consumption of meat and dairy before 2050. Everything we know about what happens when countries get rich suggests that this will be virtually impossible. And giving up milk is one thing; giving up cheap electrification, car culture, or protein-rich diets that rich people turn to to keep thin is to ask for a lot.
Precipitation is very difficult to model in detail, but the predictions in this regard for the next century are almost unanimous: there will be unprecedented droughts and unprecedented torrential rains. In 2080, if there is no drastic reduction in emissions, southern Europe will live in a permanent extreme drought, much worse than the American Dust Bowl was ever. The same will happen in Iraq and Syria, and in much of the rest of the Middle East; in some of the most densely populated areas of Australia, Africa and Latin America; and in the agricultural regions of China. None of these places, which currently produce much of the food worldwide, would then remain reliable sources.

In 2018, a team led by Chunwu Zhu analyzed the protein content of eighteen different varieties of rice, the essential crop for more than 2 billion people, and discovered that an increase in carbon dioxide in the air produced widespread nutritional degradation: a reduction in the proportion of proteins, as well as iron, zinc and vitamins B1, B2, B5 and B9. In fact, everything except vitamin E. As a general conclusion, the researchers discovered that, with its effects on a single crop, rice, CO2 emissions could endanger the health of 600 million people.
In past centuries, empires were raised over that crop. Climate change promises to raise another empire: one of famine, erected among the poor of the entire planet.

All climate change is governed by uncertainty, especially that surrounding human action: what measures will be taken, and when, to avoid the drastic transformation that life will experience on the planet if a radical action does not occur. Each of our forecasts, from the most carefree to the most extreme, is so wrapped up in doubt, as a result of so many estimates and so many assumptions, that it would be foolish to trust any of them with eyes closed.
But the rise in sea level is different, because, in addition to the main mystery of the human response, it incorporates a layer of epistemological ignorance much thicker than any other aspect of science that studies climate change, except perhaps for the formation of clouds When the water heats up, it expands; We know that. But the breaking of ice represents an almost completely new physics, which had never been observed before in the history of mankind, and of which, therefore, we have a very limited understanding.
As with everything related to climate change, the disappearance of ice from the planet will not occur in isolation, and scientists still do not fully understand what cascading effects exactly will cause such collapses. Something that worries a lot is methane, especially the one that could be released with the Arctic thaw, where permafrost contains up to 1.8 billion tons of carbon, an amount much higher than what is currently suspended in the Earth’s atmosphere. When it thaws, some of the carbon will evaporate in the form of methane, which is, depending on how it is measured, a greenhouse gas at least several tens of times more potent than carbon dioxide.
Manaus, the capital of the Brazilian Amazon, would not only be by the sea, but under its waters, as would happen with Buenos Aires and the largest city in the interior of Paraguay, Asunción, which is currently more than 800 kilometers from the ocean . In Europe, in addition to London, Dublin would also be submerged, along with Brussels, Amsterdam, Copenhagen, Stockholm, Riga, Helsinki and St. Petersburg. Istanbul would flood, and the Black Sea and the Mediterranean would unite. In Asia, we could forget about the coastal cities of Doha, Dubai, Karachi, Calcutta and Mumbai (to name a few), and we could follow the submerged metropolis trail from what is now an area near the desert, in Baghdad, without stopping to Beijing, which is now 160 kilometers from the sea.
That climb of 80 meters is, ultimately, the limit, but it is quite possible that we end up reaching that situation. Quite simply, greenhouse gases act on a time scale too late to avoid it. It may take 1000 years but it is possible much earlier. The obvious thing is that 600 million people live less than 9 meters above sea level.

Forest fires are not just an American misfortune; They are a global pandemic. In Frost Greenland, it seems that in 2017 an area ten times larger than in 2014 was burned; In Sweden, in 2018, the forests in the Arctic circle burned in flames. The fires that occur so far to the north may seem harmless, in relative terms, since in these areas there is little population, but they are increasing faster than in other latitudes, and they are very worrying to climatologists: the soot and ash they give off can deposit on the ice shelves and blacken them, which in turn causes them to absorb a greater proportion of the sun’s rays and melt more quickly. In 2018, another fire was declared on the border between Russia and Finland, and the smoke coming from those in Siberia during that summer ended up reaching the continental United States.
The effects of these fires are not linear nor can they be added easily. It may be more accurate to say that they start a new set of biological cycles.

The panic around plastic maintains a strange relationship with climate change, in the sense that it seems to feed on premonitions about the degradation of the planet while focusing on something that has little to do with global warming. And is that CO2 emissions are not the only thing linked to climate change. So are other types of pollution. One of the relationships is relatively tenuous: plastics are the product of industrial activities that also generate polluting substances, including carbon dioxide. A second relationship is more direct but, in this context, trivial: when plastics degrade, they release methane and ethylene, another potent greenhouse gas.
But there is a third, much more frightening relationship between pollution other than carbon and the planet’s temperature. It is not about the problem of plastic, but about «aerosol contamination», the term that encompasses any type of particle suspended in the atmosphere. Actually, aerosol particles reduce the global temperature, mostly by reflecting sunlight back into outer space. In other words: all pollution that is not carbon

Fatalism is very strong in a time of ecological crisis. The threat of climate change is more absolute than that of the bomb. It is also more widespread. In a 2018 scientific article, forty-two scientists from around the world warned that if things continue as if nothing happens, no ecosystem is safe, and “ubiquitous and dramatic” transformations will occur that will exceed, in just one or two centuries, the amount of accumulated changes over tens of thousands of years in the most dramatic periods of transformation in Earth’s history. Climate change offers us the most stimulating image, since even its cruelty flatters our sense of power, and in doing so summons the world, in unison, to take action. At least I hope so. But this is another of the senses of the climate kaleidoscope. Everyone can choose their own allegory. What we cannot choose is the planet, which is the only home that any of us will ever have.

2 pensamientos en “El Planeta Inhóspito. La Vida Después Del Calentamiento — David Wallace-Wells / The Uninhabitable Earth: Life After Warming by David Wallace-Wells

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